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  • Manuel Jabois

Apologistas de la paz

UNA de las tantas victorias de ETA es la consolidación de sus presos como sujetos vinculantes a la paz, ajenos por tanto a las leyes y piezas necesarias para armar la convivencia. Un tiro en la cabeza lo es menos si hay intencionalidad política; si lo que se persigue es un objetivo que va más allá de la muerte, el tiro en la cabeza debe adquirir condescendencia jurídica. Eso aunque al muerto se le quede la misma cara si se le mata por la patria que por un reloj de oro. ETA puso bombas en centros comerciales, reventó a quienes no pensaban como ellos. Utilizó el asesinato, pero bien pudo utilizar la violación, que no tiene el prestigio ideológico de la desaparición física pero yo casi lo prefiero; el reagrupamiento en cárceles de una banda organizada de asesinos se me antoja parecido al de una banda de violadores. Al fin y al cabo si uno viola despersonalizando a la víctima para denunciar la opresión del Estado tiene más derechos que si viola por otro impulso. ¿Se manifestaría Mayor Zaragoza entre familiares de violadores y Tardà diría que ERC está «al lado de los presos» porque «el sufrimiento del pueblo vasco es nuestro sufrimiento»? Acaso da más reparos morales el forzamiento sexual que el desparrame de tripas. Yo no sé a cuántas bombas habrá asistido Tardà y si conoce al que se encarga de recoger los trozos del cuerpo, que es misión curiosa. Hace cinco años anunció en el Congreso su solidaridad con De Juana y hace un mes llamó «terrorista social» a Wert. El calor abominable de los tardàs del mundo ha estado siempre junto al padecimiento de los asesinos; lo sienten cerca por defecto, ya que el otro no lo conocen ni por asomo, y bien que han procurado, con sus modales de cura ante el criminal y su indiferencia ante el cadáver, evitarlo a toda costa.