• Sala de columnas
  • Antonio Lucas

Nostalgias

EL MEJOR revival de los días de Navidad fue el cuestionario relleno de vuecencias que Hermida practicó con el Rey para celebrar, sin sustancia, la tercera edad de ambos. Ese skype de cuerpo presente es otra cumbre del periodismo verité. El fallido experimento quiso ser una vuelta a la nostalgia olvidando premeditadamente que importa más lo que viene por delante. Hubo en el vis a vis un espíritu de Un, dos tres: responda otra vez. Y sólo faltó el anuncio de Las muñecas de Famosa... para que cayésemos en una melancolía llorandera que remata en Chanquete y en la primera regla de Bea cuando Verano azul. Esta vuelta al pasado como anestesia no es casual. En TVE llevan meses achicando el ahora para volver a unos años de toquilla y Nino Bravo que distraen y enseñan a no pensar. Todo muy camp.

Si observan la oferta de la cadena pública, a cada rato alternan el hoyo de Carrero y la inocente canción del Colacao para compensar. Es una forma de no decir la verdad sin mentir. Porque el mundo ya es otro. Pero este autoagasajo de renta antigua tiene el peligro de que, cuando insistes mucho con el pasado, la peña empieza a preguntarse cosas desde el presente y al final escoñas hasta la Santa Transición, que podría cambiar su aroma de retablo al de brasero mal apagado por exceso de celo. El pasado presentísimo también es el cacique Baltar, sin ir más lejos. Porque España aún es pinturera y paleofeudal. Pero de eso se habla lo justo. Es preferible repetir en bucle los chistes de Tip y Coll, como si este país no hubiera variado de risa y de costumbres.

La realidad que exhibe TVE como alternativa ideológica es una demagogia de relojes quietos, de relato de segunda mano. Cuando la vanguardia se concentra en los Alcántara de Cuéntame (que es buena serie), sólo queda sospechar que vamos muy jodidos. Nunca la televisión pública, en estos 30 años de Paz (por no perder el tono), ha resultado tan inútil ni perversa, tan kitsch ni anestésica. El pasado también es un bosque de cepos, una derrota conmovedora si únicamente se busca el tiempo perdido desde el folclore. Sólo falta el cinexín del baño en Palomares como prueba irrefutable de que antes de la Movida no todo eran rojos de ciclostil, putas y maricones.

La felicidad fácil es una lumbre que siempre se vuelve en contra. Otra forma de periodismo basura, de panfleto disimulado con los meneos de Salomé. Si hasta La 2, que fue tan apache, sólo sirve de islote para pingüinos en celo... Este porno de nostalgias nos va a salir muy caro.