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  • Lucia Mendez

¿Divinamente?

Los españoles hemos tenido triple ración de Rey en pocas semanas. El mensaje de Nochebuena, la charleta con Jesús Hermida la víspera de la noche de Reyes y el acto de la Pascua Militar. Los responsables de la Casa Real han querido acercar al Monarca a los ciudadanos haciendo cambios formales en el discurso y poniendo un toque de humanidad en la presunta entrevista con el periodista televisivo. Se han hecho muchos análisis morfológicos y sintácticos sobre lo dicho por el Rey. Aunque lo que los ciudadanos han visto en sus casas estas Navidades es un hombre al que en un año le han caído 20 de golpe. En la Pascua Militar, Don Juan Carlos le dijo a los periodistas que estaba «divinamente», lo cual es difícil de creer viéndole con las muletas y con síntomas evidentes en su rostro de estar bajo un tratamiento que le produce efectos secundarios. No es nada raro. A los 75 años cualquier dolencia pasa una factura más alta que a los 50. Cualquiera que tenga abuelos sabe que las personas mayores, y el Rey lo es, pegan el bajón con cualquier dolencia y a partir de entonces les cuesta mucho recuperarse. Simbólicamente, el deterioro físico del Rey ha venido a coincidir con el declive del país, la huida de la prosperidad y el descrédito de las instituciones.

Los intentos de acercar la Monarquía al pueblo son siempre dignos de alabanza, peor sería actuar como si no pasara nada, aunque hay que reconocer que en estos momentos la tarea se presenta hercúlea. Las redes sociales de han cebado con el tono cortesano de Hermida. Sería un error utilizar Facebook y Twitter como termómetro de la opinión pública, dado que los estudios más competentes aseguran que son herramientas que sólo utiliza entre el 10% y el 15% de la población española. Ahora bien, la Casa Real tiene que comprender que para los más jóvenes, la charla con Hermida resultó incomprensible. Quizá buscaban un guión de Aaron Sorkin en el Ala Oeste de la Casa Blanca, pero lo que les salió fue una película de época.

Más allá de las no preguntas sobre Urdangarin o sobre la cacería de Botsuana, ¿quién puede entender que en una charla con toque humano el Rey no hable de la Reina cuando le preguntan por su vida? Los periodistas y los políticos sabemos que al Rey se le llama Señor y se le habla como le habló Hermida. Pero eso los ciudadanos en general no lo saben y a los más jóvenes ni siquiera les cabe en la cabeza. ¿Cómo va a entender un muchacho de 20 años los cabezazos simbólicos de un hombre hacia otro rindiéndole pleitesía en pleno siglo XXI?

No es que Hermida sea especialmente cortesano. Cualquier otro periodista -por listo que sea- no hubiera tenido más remedio que hacer lo mismo porque el Rey no es una persona, es una institución, y a las instituciones no se las puede entrevistar como a las personas. El Rey es un hombre de su época, que se entiende con los de su época, y de ésos ya van quedando pocos en activo en la vida política social o económica. Él, como todos los demás, intenta entender los cambios que se están produciendo en la sociedad y trata de adaptarse a ellos. Aunque a la vista está que no le resulta fácil.