ANÁLISIS

Pragmatismo en la tormenta

El caso Carromero tenía todos los elementos para desatar una tormenta política perfecta entre los Gobiernos de Mariano Rajoy y Raúl Castro. Pero no ocurrió porque ambos optaron por el pragmatismo.

La discreta información con que se difundió el accidente en el que fallecieron los disidentes Oswaldo Payá y Harold Cepero fue una primera señal de que las autoridades cubanas no querían levantar una borrasca de propaganda acusatoria contra el PP español por financiar a la disidencia interna.

El Código Penal cubano tiene variantes suficientes para que Carromero, dirigente juvenil del PP, y el el político sueco Jens Aron Modig, hubiesen tenido que enfrentar la acusación de delito político. Hay penas de hasta 20 años de cárcel a quienes financien a la disidencia. Ambos estaban en Cuba para colaborar con Payá en la fundación de una red juvenil del Movimiento Cristiano de Liberación.

Años atrás, este suceso habría dado lugar a movilizaciones populares de rechazo al intervencionismo en la política interna. Pero no ocurrió. Aron Modig fue expulsado del país y Carromero permaneció retenido para ser juzgado como conductor del vehículo.

En el juicio, celebrado el 5 de octubre en el Tribunal Provincial de Bayamo durante casi 10 horas y en el que, como hecho poco habitual, se permitió el acceso a medios de comunicación extranjeros, se condenó a Carromero a cuatro años de cárcel por homicidio culposo. La Fiscalía había solicitado siete años y la cancelación de su permiso de conducir alegando que había cometido la imprudencia de hacerlo con exceso de velocidad por una vía en obras.

El peritaje policial afirmó que Carromero perdió el control del vehículo en un tramo de la carretera que estaba en reparación y la superficie cambiaba de asfalto a terraplén: usó los frenos y derrapó.

Desde entonces las autoridades cubanas y españolas han negociado el traslado de Carromero. Todo ello con un bajo perfil mediático.

Ambos gobiernos, al parecer, rechazan el alboroto público. Cuba está viviendo una compleja realidad de desmontar su ineficiente modelo económico y España está ocupada en remontar su propia crisis. No es momento para conflictos políticos.