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  • Santiago Gonzalez

Porras y porros

El editorial de El País de ayer era doble, pero no solemne: no arrancaba en primera y por el estilo parecía el blog del Tuerto. Ya desde el título cantaba: «La partida de la porra», para señalar a un supuesto grupo policial dedicado a escribir informes clandestinos y anónimos contra los dirigentes secesionistas catalanes. Tal vez al editorialista le conviniera saber que la partida de la porra fue un grupo de maleantes organizado por el periodista y empresario Felipe Ducazcal al servicio del Partido Progresista, para actuar contra alfonsinos, carlistas y moderados. O sea, la caverna de la época. El paralelismo no es muy afortunado para empezar.

Para seguir, nada más opuesto a la partida de la porra que un supuesto grupo de policías anónimos que elabora informes y los filtra. Es no distinguir entre las brigadas de asalto y los servicios de inteligencia. El editorial de ayer era el cadáver de un estilo que se pretendía la crítica de la razón pura y llamaba «prensa de la caverna» a la competencia, o «Mortadelo y Filemón» a los periodistas de la misma. Mal está que no les tengan respeto, pero es mucho peor que se lo hayan perdido a sus lectores.

Con todo, lo verdaderamente estupefaciente es el descubrimiento del periodista Romero: «Confidentes contra la independencia» y su lamento de que en los confites se sientan españoles y antiseparatistas. Hombre, Romerito, metodológicamente no se puede rechazar un informe y aprovechar la parte que conviene. Lo importante del membrillo es que diga la verdad, no su sueño identitario.

Editorial y despiece informativo comparten asombro por la revelación de que la sedes de El País y la SER fueron vendidas a Oleguer Pujol, su actual arrendatario: Lo comunicamos a la CNMV. ¡Y sacamos una nota en julio de 2008! La tengo delante. Está fechada, efectivamente, el 29 de julio de 2008 y dice que ese mismo día habían vendido sus tres sedes a Longshore, «vehículo de inversión participado al 50% por Drago Real Estate Partners y Royal Bank of Scotland». Pero allí no se citaba a Oleguer Pujol, y era una información relevante.

Policías delincuentes eran los del GAL y los que hicieron de membrillos para la trama de extorsión de ETA en el bar Faisán. Hubo también un caso de corrupción que enlodó varias elecciones. Fue la trama Gürtel, un asunto ya antiguo, como le parece al periodista todo lo relacionado con los negocios de la familia -¿dónde habré oído yo este sintagma?- Pujol.

Hubo grabaciones anónimas, unas legales y otras no, ordenadas por un juez, y que desde alguna anónima instancia judicial se le hizo llegar a El País, que las publicó, cortando los aspectos menos relevantes. Ah, aquel final guillotinado de la conversación de El Bigotes con la esposa de Camps, en la que ésta decía, tajante, al presunto que no aceptaba la pulserita y que fuese a la farmacia a buscarla. Extraordinario caso el de los trajes de Camps: 11.000 euros y 126 portadas de El País. Eso es sacar partido a una investigación, no me extraña que a Romero le dieran el Ortega y Gasset por ello. Lástima que después de tanta portada, cuando llegó la hora de la verdad, la Justicia devolvió el toro a los corrales y absolvió al ex presidente de la Comunidad Valenciana del delito de cohecho pasivo impropio.