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  • Pedro Cuartango

El periódico de las contradicciones

EL FILÓSOFO inglés neopositivista Alfred Ayer, autor del clásico Lenguaje, verdad y lógica, escribió que la contradicción es más grave que la falsedad porque en la primera siempre hay un grado de intencionalidad mientras que la segunda puede ser puramente accidental.

Un ejemplo: yo digo que hay un cenicero en mi mesa, pero esa afirmación es falsa porque está encima de una silla. Se trata de un error que no altera el hecho sustancial de la existencia del objeto. Pero si yo digo que estoy contra la corrupción y sistemáticamente la silencio, esa contradicción adquiere un carácter de gran relevancia.

Esto es lo que le sucede a El País, que ha desplegado un esfuerzo ingente para verificar si todas y cada una de las revelaciones de este periódico sobre el latrocinio en Cataluña estaban sustentadas por fuentes autorizadas. Dicho con otras palabras, el diario de Prisa ha analizado meticulosamente la naturaleza del dedo que apunta pero ha omitido interesarse por lo sustancial: si los hechos que señala son ciertos.

Bien está que El País se haya tomado tanto trabajo en realizar esta investigación epistemológica sobre los fundamentos del uso del lenguaje, pero lo que no se entiende es su invencible repulsión a denunciar la corrupción salvo que ésta se llame Gürtel y afecte al PP. Parece que los evidentes y escandalosos signos de enriquecimiento ilícito de los Pujol no le resultan motivos suficientes para una investigación periodística.

El País siempre se erige en el árbitro de la ética, pero luego silencia, manipula e ignora todo lo que conviene a sus intereses. Ya se dedicó a hacer contrainformación cuando este periódico reveló las implicaciones de la cúpula de Interior en el caso GAL o los abusos de los servicios secretos y lo ha venido haciendo habitualmente. El último ejemplo de la permanente incoherencia del diario de Prisa es el despido de más de un centenar de periodistas, a los que aplicó la reforma laboral que se había hartado de denostar.

Hay que reconocerle a El País (con mayúscula) una cualidad que le asemeja a la sociedad española: el hábito de decir una cosa y luego hacer la contraria. La crisis del país (con minúscula) tiene sus raíces en esa contradicción: que casi nadie se aplica la moral que exige a los demás. Hace unos meses, ví a Cebrián colarse en el aeropuerto donde aguardaba para hacer el check in. Su periódico se parece cada día más a él.