TESTIGO DIRECTO

«Hay que llenar el bus de ilegales»

La operación para frenar la llegada de 'sin papeles' a Grecia suma ya 65.000 detenidos

Policías griegos registran a dos inmigrantes en Atenas. / HÉCTOR ESTEPA

Podría llamarse Ahmed, Pramod o Kaled. Quién sabe si será paquistaní, indio o bangladesí. Nadie conoce la identidad del prisionero, un indostano enjuto y nervioso. Sus ojos escondidos tras unas pequeñas gafas graduadas miran con miedo a sus imberbes interlocutores. Tres policías helenos de unos 20 años revisan sus documentos. Más bien su cartera vacía: el detenido no lleva los papeles encima. Los ha dejado en casa, explica angustiado a los agentes.

Desde el pasado agosto cientos de policías han peinado las calles de Atenas a la caza del indocumentado. La conocida como operaciónXenios Zeus fue concebida por el primer ministro heleno, Antonis Samaras, para ejecutar su promesa electoral de «retomar» las calles helenas de la inmigración ilegal. EL MUNDO ha acompañado a uno de los escuadrones de la operación.

Lo único que parece cierto es la edad del indostano, unos 40 años. También su destino: ha fallado a la hora de enseñar algún papel que acredite su residencia legal en Grecia y esa noche dormirá probablemente en comisaría. Si allí le es imposible demostrar su estatus legal, entonces no habrá marcha atrás: será enviado a uno de los temidos centros de detención para sin papeles, conocidos ya como el Guantánamo heleno y criticados por la ONU y decenas de ONG. Tendrá que sobrevivir meses sin agua caliente, hacinado y probablemente vistiendo la ropa que llevaba al ser detenido. Como él, otros 65.000 inmigrantes han sido temporalmente detenidos o arrestados por los agentes de la operación Xenios Zeus en los últimos cinco meses.

El abatido inmigrante acepta el desenlace mientras desciende la calle en compañía de los agentes. La escena se produce en los alrededores de la plaza de Omonia, en el centro de Atenas. Hubo un tiempo en que esa zona de la capital era una de las más populares. Los cafés abrían sus terrazas y las tabernas daban la bienvenida a los griegos de toda clase social. Eso terminó hace unos 10 años. Ahora la zona es la meca de los contrabandistas griegos e inmigrantes y un auténtico supermercado de la droga. No es extraño ver a drogodependientes pinchándose en plena calle y jeringuillas esparcidas por el suelo. En sus calles se ve una mayoría de inmigrantes asiáticos y africanos.

Allí es donde la policía helena ha centrado buena parte de las redadas contra los sin papeles: «Paramos a los inmigrantes por su cara, por su aspecto», reconoce el agente sin nombre -sólo unos pocos quieren darlo- a cargo del escuadrón. Eso sí, añade, recuerdan el rostro de aquellos a quienes ya han pedido los papeles para no molestarles.

Otros dos extranjeros, vendedores ambulantes de pescado y también de aspecto indostano, son detenidos por falta de documentos y transportados a la base: en una esquina del barrio, tomando café y vestidos de paisano, esperan varios policías y el jefe de la operación. Observan cómo los extranjeros son registrados.

«Tratamos de no arrestar mujeres y niños, aunque a veces es inevitable», señala el agente Valadis mientras toma un café. En el barrio se han dado en los últimos meses decenas de palizas a inmigrantes por parte de grupos de neonazis relacionados con Amanecer Dorado, tercera opción política de los helenos y contrario a la inmigración. «Tienen derecho. Hay edificios que costaron millones a sus dueños y los han vendido por una miseria porque no valen nada», dice un oficial cuando se le pregunta por ello. «Aquí se vende toda la mierda de Atenas, muchos inmigrantes y algunos griegos hacen negocios sucios aquí, no pagan impuestos y no tienen licencia de apertura pero el ayuntamiento no hace nada», se lamenta. Uno de sus jefes, Charalabos, reclama la ayuda de la UE para luchar contra la inmigración ilegal.

Muchos griegos como él ven desmesurado que en un país de apenas 11 millones de personas haya 1,5 millones de inmigrantes, entre ellos unos 600.000 sin papeles. Nueve de cada 10 griegos les ve responsables del aumento de la criminalidad. Mientras tanto, los dos asiáticos son conducidos a un autobús policial. La operación continúa. «No nos iremos hasta llenar el autobús de inmigrantes», dice el agente.