CAMPOFRÍO tenía todo previsto para su éxito en Navidad salvo Cospedal, que se ha descolgado con una larguísimo anuncio en el que aparece rodeada de aceites, jamones, longanizas y pistachos para promocionar los productos de su tierra, que es la tierra de Cospedal. El spot no deja títere con cabeza. A la secretaria general del PP parece que la han colocado en medio del escaparate de El precio justo, cuando la voz de Primitivo describía los dones del paraíso y el concursante miraba todo bufando: «Ay, Concha; ay Concha, el viaje». Lo verdaderamente fascinante del anuncio es que Cospedal -que en cada plano aparece en un rincón del escenario, como si la desplazasen en monopatín o usase dobles para posar con los quesos- habla igual que en el telediario; no es una Cospedal más cálida o desenfadada, como aquella Cospedal en la playa de Marbella denunciando el «Estado policial» -nunca aclaró si en la orilla o donde cubre-, sino una Cospedal institucional y severa, que en vez de invitarnos a comprar aceite parece anunciar el copago. Podía haberse puesto a cortar un jamón entrando a matar, como hago yo, que me llaman El Niño del Navidul, o preparar unas carnes mientras enumera sus virtudes, como Arguiñano, abandonándose a chistes macarras. No, Cospedal ejerce de Cospedal, leyendo un guión tan largo que se echan en falta subtramas; la retahíla de comida manchega se hace infinita de tal modo que hay un momento en que la voz en off de Cospedal exclama: «Y qué decir del azafrán». De fondo, las banderas de Castilla La Mancha, España y la Unión Europea, como en cualquier ultramarinos. Por momentos el anuncio parece una sesión de control en la que Cospedal se defiende contando la exportación internacional del ajo morado de Las Pedroñeras. Así andan por España los vampiros como Pedro por su casa.