• Sala de columnas
  • David Gistau

El silbo gomero

DE CAMPOFRÍO, recuerdo el anuncio de un turista español en Nueva York que, pese a estar en una de las ciudades más estimulantes del mundo, añoraba el bocata que le preparaban en su casa. La España próspera, la que se arrojaba de repente al mundo apenas una generación después de, emigrantes aparte, haber ido sólo a Perpiñán, no podía sacudirse lo que Umbral llamaría arraigo terruñero. Como en el etnocentrismo taurino: «Mi bocata está donde tiene que estar; lo que está lejos es Nueva York».

Campofrío ha difundido otro anuncio cuyos protagonistas ya no viajan, como no sea para emigrar. Propone un optimismo ante la crisis en el que la magnífica Rosa Belmonte ha atisbado el final de La vida de Brian, cuando los crucificados invitan a ver siempre el lado bueno de la vida. Trata de ser una arenga que levante la autoestima de la nación enfrentada a una hora crucial, sólo que no la pronuncian Churchill ni Pericles, sino Fofito, que es de lo que disponemos para sacudir la saudade noventayochista sobre la que a veces diserta Ignacio Camacho, agarrado a su pipa de Popeye.

Obviamente, yo no me he levantado esta mañana más confiado en el porvenir porque Fofito me haya dicho que debo estar orgulloso de que España haya inventado el silbo gomero. Pero no me hagan caso, porque soy uno de esos cenizos delatados por Víctor Manuel cuando pedía el voto para la alegría que iba a traer Zapatero. Lo que me ha interesado del anuncio, técnicamente impecable y bien interpretado, es cuánto se nota lo que sufrieron los guionistas para encontrar argumentos con los que proponer satisfacción de pertenencia española. La historia, por ejemplo, estaba vetada, porque aquí estás acabado como intentes invocar orgullo mencionando la palabra Tenochtitlán, o evocando a los Trece de la Fama, o recordando que Zweig incluyó en sus momentos estelares de la humanidad el descubrimiento del Pacífico por Núñez de Balboa. Así, hubo que recurrir a lo más inmediato y socorrido -el gol de Iniesta y el Óscar de Bardem-. En el momento en que más lo necesita, España se encuentra con que carece de un relato. La Transición creó relatos para el antiespañolismo, ETA incluida, como ha recordado Arcadi Espada en su artículo sobre Carrero. Pero no dejó nada con lo que compensar la asociación entre España y caspa, España y fascismo, España como Némesis de todos los valores positivos. El silbo gomero, hay que joderse.