SEGURAMENTE hay varias razones por las que Javier de la Rosa, que siempre iba a tirar de la manta pero no tiraba jamás, se ha decidido a contar lo que sabe de la red de trinque y escamoteo fiscal de los Pujol y otros jefes de Convergencia. La más verosímil es la que ha dado a la Policía: que teme por su seguridad y la de su familia tras ser amenazado por el propio Jordi Pujol en un distinguido café de la parte alta, no diré noble, de Barcelona. Si en privado, como recordaba ayer Luis Herrero en esRadio, no se cansaba de decir hace 20 años lo que ahora ha hecho en sede judicial, algo ha tenido que pasar para que una forma clásica de chantaje político se haya convertido en acusación con todos los ribetes de lo penal.
Tal vez el fiscal de Barcelona, que de manera tan norcoreana atacó las revelaciones de EL MUNDO sobre las cuentas suizas de los Pujol y Mas, vea ahora lo que no quiso o supo ver en vísperas electorales, lo que el todopoderoso sempiterno Jordi Pujol Soley sí vio y, según la denuncia le llevó a acusar a Javier de la Rosa de filtrar los datos a la Udef. Temor justificado si, según la confesión de De la Rosa, él mismo acompañó al entonces presidente de la Generalidad de Cataluña para montar en la banca Lombard ese suntuoso pesebre para el oro, el incienso y la mirra de los Juegos Olímpicos de Barcelona'92.
Para mí, la clave está en la detención de los dirigentes del PSC sólo dos días después de las elecciones del 25-N. No habían pasado otras 48 horas cuando el cajero de la casta política catalana estaba ante la Policía denunciando por amenazas a Pujol en los términos que ayer reproducía nuestro periódico, aceptando él mismo ser cómplice de una larga serie de delitos. Cuando el «Empresario Modelo de Cataluña» según definió a De la Rosa en la inauguración de Port Aventura el propio Pujol, vio a los mozos de escuadra del Gobierno de Convergencia detener, con absoluto desprecio por sus derechos como aforado, al secretario general del PSC, comprendió que las amenazas del puño pujoliano iban en serio. Y que en el proceso de independencia emprendido por Cataluña bajo su égida, hay testigos incómodos que pueden sufrir muchas y graves incomodidades. Mejor hablar ahora que callar para siempre.
>Vea el videoblog de Carlos Cuesta La escopeta nacional. Hoy: Del oasis al océano catalán