PERIODISMO DE GUERRA

Un Pulitzer para un 'traidor'

Un grupo de periodistas promueve un premio póstumo para el corresponsal Ed Kennedy, al que la agencia AP despidió en 1945 por publicar en exclusiva la noticia de la rendición de Alemania

Ed Kennedy protege su cabeza con un casco durante uno de los conflictos que cubrió para AP. / AP

Se llamaba Ed Kennedy y firmó una de las grandes exclusivas de su tiempo: la rendición de Alemania en la II Guerra Mundial. Pero los responsables de la agencia Associated Press (AP) le despidieron por saltarse el acuerdo para no publicarla y aquel triunfo se tornó en una maldición que truncó para siempre una carrera prometedora como corresponsal de guerra.

Ahora, un grupo de 54 periodistas ha iniciado una campaña para otorgarle un Pulitzer a título póstumo por la noticia. «Me sorprendió mucho el gesto porque todo ocurrió hace mucho tiempo y mi padre falleció hace medio siglo», explica a EL MUNDO su hija Julia Kennedy Cochran, que publicó este año unas memorias que había guardado desde la muerte de su padre, embestido en noviembre de 1963 por un deportivo.

Todo empezó durante un vuelo a Reims el 6 de mayo de 1945. A Kennedy lo acompañaban en el avión otros 16 corresponsales y un oficial que les informó del motivo del viaje: asistir a la rendición alemana a cambio de esperar unas horas antes de publicar la noticia. Así fue como vieron al general Alfred Jodl firmar el documento en una escuela de ladrillo donde había instalado su despacho el general Eisenhower.

La hija de Kennedy recuerda la actitud de su padre ante el embargo impuesto por las tropas aliadas: «Él nunca tuvo ninguna objeción contra la censura militar. Pero nunca comprendió la censura por motivos políticos. Al llegar a París, descubrió que una radio alemana estaba informando de la rendición y que la BBC estaba a punto de traducir la noticia. Entonces llamó al censor militar y le preguntó por qué no le permitían informar. El verdadero motivo era que Stalin quería hacer su propia ceremonia en Berlín para que Truman y Churchill se llevaran todo el mérito del fin de la guerra. Aquella era una decisión política. Por eso decidió romper el embargo».

Así fue como sonó el teléfono en la sede londinense de AP el 7 de mayo unos minutos antes de las tres y media de la tarde. «Aquí París al habla», dijo Kennedy. «Alemania se ha rendido incondicionalmente. Es oficial. Firma la información en Reims y publícala».

La conexión telefónica se cortó mientras dictaba Kennedy. Pero en apenas unos minutos su crónica inundaba las emisoras de todo el mundo y su firma brillaba en la portada de la edición extraordinaria de The New York Times.

La adrenalina del triunfo apenas duró unas horas. Las fuerzas aliadas le retiraron a Kennedy su credencial y sus colegas se reunieron en el hotel Scribe para condenar por 54 votos a dos lo que definieron como «la traición más repugnante e inmoral de la historia del periodismo».

Los responsables de AP suspendieron a Kennedy y lo despidieron a su llegada a Nueva York. «Muchos medios le dedicaron artículos y editoriales a la historia y AP los tiene recopilados en su sede», recuerda la hija del periodista. «Yo diría que se publicaron más de 100 y la mayoría defienden lo que hizo mi padre».

El despido no fue el final de la carrera de Kennedy. Lo contrató el propietario de un diario californiano y convirtió un periódico mediocre en una máquina de ganar premios. En su despacho tenía colgada la legendaria portada de TheNew York Times y en el cajón de su escritorio, las memorias que su hija publicó este año y que prendieron la mecha de una campaña que quizá deje un Pulitzer sobre su tumba.