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La bruja Adelina

La peor desfachatez de Jordi Pujol no es la financiación irregular de su partido y de su familia que denunció la semana pasada EL MUNDO, sino que habiendo presumido toda la vida de fervor católico resulta que en el fondo es un gran supersticioso. Cuando era presidente solía requerir los servicios de Adelina, una bruja gallega que vivía en Andorra.

Su especialidad era quitar los malos espíritus pasando un huevo por el torso de su paciente y demostraba la eficacia de su trabajo porque luego, cuando rompía el huevo, la yema aparecía negra por todas las malas energías que supuestamente había absorbido. El empresario amigo de Pujol que se encargaba de ir a buscar a Adelina a Andorra y de llevarla de vuelta a su casa pensó que los huevos de la bruja tenían truco y en una ocasión los fue a comprar él mismo al supermercado. Después de haber sido restregados por el presidencial torso, aparecieron igual de negros.

La bruja le dijo al empresario que la vanidad de Pujol era tan exagerada que acabaría con el alma de quien quisiera hacerle sombra, sucederle, o simplemente ponerse a su lado. En efecto, devoró a Josep Maria Cullell, a Joan Maria Pujals, a Miquel Roca, y aunque parecía que Artur Mas había escapado del maleficio, al final no ha sido así y Pujol le ha destrozado en su elección más vital.

La semana pasada, las encuestas le daban a CiU entre 60 y 64 diputados, muy por debajo de la mayoría absoluta solicitada. Y las exclusivas de EL MUNDO sobre las cuentas de la familia Pujol en el extranjero le han acabado de fulminar. La bruja Adelina estaba en lo cierto: ningún alma se escapa de la zarpa pujoliana.

El resto lo ha puesto Mas, con su mediocridad y sus engaños. No es que el independentismo haya menguado en Cataluña: es que los independentistas no han creído a Mas y han preferido votar a ERC e incluso a las CUP. Y los antiguos votantes moderados, algunos se han ido al PP y la mayoría a Ciutadans.

Queda también confirmada mi teoría de que Mas es gafe y que convierte todo lo que toca en mal presagio. El fracaso de ayer, además de estrepitoso, fue humillante. Convocar unas elecciones en tu mejor momento de popularidad solicitando una mayoría absoluta, y acabar perdiendo hasta la camisa, sólo puede pasarte si tu característica es la desgracia.

Además del presidente Mas, la gran derrotada fue La Vanguardia, y su director, José Antich. La influencia real del periódico del conde de Godó en la sociedad catalana se demostró ayer más bien escasa en tanto que después de meses y meses de sistemática y ridícula propaganda convergente, completamente incompatible con el periodismo, con la dignidad y hasta con la legalidad, Mas se hundió en la miseria, en una prueba más de que la gente acaba despreciando aquello que le das gratis.

Ante semejante fracaso, que Mas no dimitiera ayer inmediatamente después de conocer los resultados fue otra más de sus desconsideraciones a la democracia; pero los que de un modo muy especial tendrían que marcharse muy lejos y no volver nunca más son la banda de incompetentes y de patanes que le han organizado la campaña electoral: desde el calamitoso QuicoHoms hasta cualquiera de sus asesores en materia de comunicación.

Mas ha fracasado porque es un mentiroso, porque es un mediocre y porque se ha rodeado de indocumentados y de incapaces que han resultado ser sus peores enemigos. Y también porque Pujol ha querido morir devorando el alma del último de sus hijos.