EL MUNDO QUE VIENE

JOHANN LAMONT «El referéndum es una distracción de los problemas reales que tiene Escocia»

Johann Lamont, en su despacho del Parlamento escocés. / CARLOS FRESNEDA

El Parlamento escocés tiene un aire decididamente catalán. La obra cumbre del malogrado Enric Miralles es algo así como un desafío simbólico y abstracto, con constantes guiños a la identidad escocesa, frente al palacio real de Holyrood y a los pies de la imponente Silla de Arturo, la montaña que ejerce de permanente centinela sobre esa otra ciudad de los prodigios que es Edimburgo. Y aquí se acaban los paralelismos… Johann Lamont, 55 años, líder de la oposición laborista en el Parlamento de Escocia, nos recibe en su despacho con reminiscencias catalanas, pero nos advierte que no conoce a fondo la situación y que prefiere no inmiscuirse en los asuntos de otros países. Estamos aquí para hablar del referéndum de Escocia, en el que ella tiene una posición muy clara: «no» a la independencia y «sí» a la relación de sociedad con el Reino Unido que arrancó hace más de 300 años. Nacida en Glasgow, y educada en gaélico por sus padres, Lamont asegura que la identidad escocesa es perfectamente compatible con la unión y acusa al primer ministro Alex Salmond de estar manipulando el debate con falsas promesas y de eludir las «cuestiones duras» sobre el auténtico coste de la independencia.

Pregunta.- Los partidarios de la independencia en Cataluña miran a Escocia como el modelo a imitar y claman por un referéndum. ¿Hasta qué punto se pueden comparar las dos situaciones?

Respuesta.- No conozco a fondo la situación en Cataluña, en todo caso por lo que leo estos días en los periódicos… Prefiero no entrar en comparaciones, pero puedo decirle claramente que el apoyo a la independencia en Escocia ronda el 30% y se ha mantenido prácticamente invariable en los últimos 40 años. La convocatoria del referéndum no ha alterado la situación. Como habrá podido comprobar, la consulta popular no ha provocado el entusiasmo de la población. Es más, lo que a mí me preocupa es que el referéndum pueda ser una distracción de los problemas reales que tiene Escocia. El Gobierno de Alex Salmond ha puesto todos sus esfuerzos en la celebración de la consulta y mucho me temo que todo lo demás va a pasar a segundo plano en los próximos dos años.

P.- ¿Cuestiona usted la necesidad del referéndum?

R.- Fue una promesa que Salmond hizo a los escoceses cuando ganó la mayoría, y está en su derecho de formular la pregunta. Los escoceses tienen también el pleno derecho a responder. Pero tal y como Salmond ha formulado el debate, como si la independencia fuera la fórmula mágica para solucionar todos los problemas, me temo que a la larga sirva para agravar la dura situación económica en la que viven muchas familias escocesas. El calendario lo ha impuesto él, pero dos años me parece mucho tiempo. Lo que no ha conseguido ha sido la posibilidad de una tercera respuesta (seguir dentro del Reino Unido con mayor autonomía), porque en el fondo él mismo sabe que el apoyo a la independencia no es suficiente.

P.- Usted ha comparado a Salmond con Moisés y las tablas de la salvación, ofreciendo falsas promesas a los escoceses…

R.- Es que eso es lo que ha hecho hasta ahora, crear un falso argumento, culpando al Reino Unido de todos los males y ofreciendo la independencia como la receta única para todos los problemas. Salmond se ha fijado una meta, pero no nos ha contado cómo vamos a llegar hasta allí, ni nos ha ofrecido una visión clara de lo que podría pasar después. Hasta ahora no ha ido mucho más allá del «Seremos independientes y nos irá muy bien».

P.- También le ha acusado de falta de honestidad y de eludir las cuestiones duras sobre la independencia ¿Cuáles son esas cuestiones duras?

R.- Son cuestiones principalmente económicas. Por ejemplo, cuando habla de un sistema de bienestar como el de los países escandinavos, ¿cómo lo vamos a financiar? El problema lo tenemos ya aquí y ahora, sin esperar al referéndum: ¿Cómo vamos a financiar los beneficios universales en esta situación económica? ¿Cómo vamos a llegar a los más desprotegidos con los recortes sociales y sin subir los impuestos? Aunque hay cuestiones duras aún más apremiantes e inevitables, como la moneda que utilizaría Escocia si fuera independiente o la pertenencia de Escocia a la Unión Europea.

P.- En ese tema existe un paralelismo evidente con las tensiones entre Cataluña y el Gobierno español. El Ejecutivo británico ya ha advertido que, en el caso de independencia, Escocia tendría que ponerse a la cola para pedir la entrada en la UE…

R.-Salmond ha hecho un gran esfuerzo para que su noción del nacionalismo no parezca aislacionista, y en ese sentido ha hecho hincapié en el mensaje europeísta. Pero las reglas están claras y una Escocia independiente tendría que negociar su entrada en el Unión Europea. ¿En qué circunstancias estaríamos en la UE? En plena crisis de la zona euro, la situación sería sin duda muy compleja.

P.- Lo que no parece estar claro es con qué moneda funcionaría Escocia…

R.- Eso es aún más complicado. Salmond quiere hacernos creer que seguiríamos funcionando con libras esterlinas, lo cual es una tremenda paradoja. ¿Cómo encaja eso de ser un país independiente y funcionar con una moneda extranjera? ¿Qué independencia tendríamos realmente si la política monetaria y fiscal la sigue dictando el Reino Unido? Pero hay otras paradojas igualmente curiosas en la propuesta de independencia de los nacionalistas… Por ejemplo, seguiríamos reconociendo a la reina como jefa de Estado (porque obviamente la reina es popular en Escocia y eso les daría votos). Y seguiríamos perteneciendo también a la OTAN, y en ese sentido el Partido Nacionalista Escocés (SNP) abrió el debate y ha cambiado de postura para intentar ganar apoyo en el referéndum. Todo lo que hacen ahora va encaminado a ese fin. Parece que no existiera otra cosa.

P.- Salmond insiste en que Escocia da más de lo que recibe, que sería más próspera económicamente y que podría estar entre los países más ricos del mundo…

R.- Escocia saldría adelante como país, eso es cierto. Tenemos suficientes recursos naturales para funcionar al menos a corto o medio plazo. Pero lo que a mí me preocupa es la falta de estabilidad y seguridad. En momentos de gran ansiedad y de auténtica necesidad para muchas familias como el que estamos viviendo, lo último que necesitamos es un elemento más de incertidumbre como el que traería la independencia. ¿Qué habría ocurrido por ejemplo con Escocia en plena debacle bancaria? Está claro que, como país independiente, Escocia habría sido incapaz de financiar al Royal Bank of Scotland por sí sola. Ese ha sido uno de los grandes beneficios de estar en el Reino Unido. Los nacionalistas parecen haberlo olvidado muy pronto.

P.- ¿Se declara pues como partidaria de la unión a toda costa?

R.- Creo sinceramente que los intereses de Escocia están bien servidos dentro del Reino Unido. Con todas nuestras desaveniencias históricas, y aun reconociendo que Escocia fue un país independiente durante varios siglos, hemos de reconocer que nuestra relación de sociedad dentro del Reino Unido ha funcionado a lo largo de estos 300 años, aunque sin duda se puede mejorar. El gran cambio, insisto, lo conseguimos con la devolución de poderes y con la creación de nuestro propio Parlamento. Estoy convencida de que por ese camino podemos seguir avanzando.

P.- La cuestión de la identidad cultural y lingüística es un tema muy palpitante en Cataluña, y sin embargo aquí en Escocia parece haber quedado en segundo plano. Usted fue educada en gaélico por sus propios padres…

R.- Fui educada en gaélico. Lo hablábamos en mi familia y aprecio mucho nuestra cultura. Me encanta nuestra música y nuestras tradiciones, pero también me apasiona el inglés, y de hecho fue lo que estudié y enseñé como profesora. Los escoceses tenemos una identidad cultural muy arraigada, pero eso no nos puede servir de excusa para justificar nuestras ideas políticas. Amo Escocia y amo el Reino Unido. Y también me considero europea. No veo por qué tengo que elegir entre una cosa u otra, ni creo que mi identidad se deba convertir en algo excluyente, como hacen los nacionalistas… Tampoco me gustaría ir a Londres y sentirme como una extranjera. Y en este sentido creo que hay un factor emocional que ha quedado hasta ahora marginado en el debate de independencia. Todos los escoceses tenemos familiares y amigos en Inglaterra: lo último que me gustaría es quedar separados por una nueva frontera.

P.-: Escocia, por cierto, es el país con menor expectativa media de vida de Europa occidental, ¿a eso se refiere usted cuando habla de los problemas reales?

R.- Tenemos graves desigualdades sociales y económicas, y ése ha sido siempre mi caballo de batalla en el Partido Laborista: la justicia social. Efectivamente, la expectativa media de vida en lugares como Glasgow es notablemente inferior a la del resto del Reino Unido y de Europa. No es un problema generalizado, sino localizado en áreas muy concretas. Tenemos por así decirlo bolsas de desigualdad en atención sanitaria, de ahí mi empeño en que las ayudas sociales lleguen sobre todo a quienes de verdad lo necesitan.

P.- Usted ha criticado tanto la política de austeridad de Cameron como las políticas sociales de Salmond…

R.-Creo que el Gobierno conservador ha ido demasiado rápido y demasiado lejos en los recortes sociales. Pero no podemos olvidar que el 89% de los recortes que afectan a las familias escocesas provienen del Gobierno de Alex Salmond, que adolece también de una falta de realismo. En los momentos duros, uno tiene que mirar al mundo real y ver lo que le está pasando a la gente. A esto me refiero cuando hablo de los problemas reales de las familias escocesas. Aquí, desde la burbuja del Parlamento escocés, todo puede parecer fantástico. Pero no hay más que ver cómo la falta de dinero público está afectando a los servicios más básicos y a la gente más necesitada. Estamos perdiendo enfermeras, estamos perdiendo profesores, estamos viviendo momentos de auténtica necesidad en las familias, y eso no es algo que se pueda resolver de la noche a la mañana con la independencia. Como madre de dos hijos de 15 y 17 años, siento verdadera inquietud por el grave problema del desempleo juvenil que afecta a casi todos los países europeos. Mi auténtico sueño político sería devolverle el optimismo a los jóvenes.