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  • Lucia Mendez

El miedo a la pobreza

«AUNQUE el camino haya sido duro, aunque el viaje haya sido largo, el país se ha levantado, ha seguido adelante, y sabe que lo mejor está por llegar». Es la bonita frase que ha pasado a los anales del discurso de reelección de Obama. Aunque si la hubiera dicho cualquier otro dirigente político sin el encanto y la personalidad del presidente americano nos parecería una cursilada. Con parecida inspiración, Mariano Rajoy ha intentado hacer sus pinitos esta semana colocando una célebre sentencia de Victor Hugo en su discurso ante empresarios valencianos. «El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable, para los temerosos lo desconocido, para los valientes es la oportunidad». Suena bien y es de agradecer que los políticos hagan el esfuerzo de citar a los clásicos y no se ciñan al lenguaje de las proposiciones de ley.

Victor Hugo está magníficamente traído a la actualidad por el presidente del Gobierno. La monumental obra del escritor francés se titula Los miserables, uno de los dramas que más y mejor ha retratado el mundo de la pobreza y la miseria del siglo XIX. Esta Navidad se estrenará una versión cinematográfica con Hugh Jackman como Jean Valjean. La pobreza es la amenaza de futuro más temida por los españoles en este siglo XXI. Miles de ciudadanos asisten angustiados a la extensión de la pobreza. Miles de familias creen que el futuro tiene nombre de escasez. Miles de jóvenes ven un futuro próspero como algo inalcanzable, pero no porque sean débiles, ni porque teman a lo desconocido, sino porque se sienten carne de paro. Son valientes -como les reclama Rajoy-, pero no encuentran la oportunidad de demostrarlo.

«De todas las reivindicaciones sociales con una proyección pública, la de pobre es la que más nos marca, nada como la miseria actúa con un apremio tan inmediato y efectivo». El sociólogo alemán Georg Simmel dice esto en su obra El pobre. Nada como la amenaza de la pobreza ha hecho salir a tanta gente a la calle en los últimos meses. Es una angustia que debe canalizarse y gritarse y mostrarse en público. En el fondo, el Gobierno debería agradecer a los sindicatos tradicionales que canalicen en la calle el miedo a la pobreza. Para evitar males mayores.