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Sol contra Cibeles

Algún periódico alemán ha escrito que el despacho de Gallardón en Ambiciones -como lo llama ingeniosamente Federico- es más grande que el Despacho Oval. No es cierto. Es más pequeño. Desde ese despacho Ana Botella mira, como en un cuadro de Antonio López, el gran Madrid. Está orgullosa de los árboles que ha plantado, del estanque de las tormentas que recoge el agua de lluvia.

Obsesionada con rebajar la deuda de 6.000 millones, fue sorprendida por las brujas fatídicas. Estuvo en primera línea desde las 5 de la mañana y cometió el error del viaje a Portugal tras visitar el Instituto Anatómico Forense. En la habitación del hotel vivió agobiada, sin dejar el teléfono, sin bajar al golf; es igual, el aniversario de su boda lo está pagando caro. Al día siguiente de Halloween, cientos de padres visitaron los hospitales sin saber qué había pasado con sus hijos. Esa angustia ha sido bien administrada.

Para comprender Madrid hay que recordar su sed. Dijo Tierno que la Villa era la de los 100 manantiales y la reina católica bebía las aguas en la Fuente del Berro porque «le hacía bien al cuerpo y le ayudaban a bajar la madre». La ciudad de la Movida ha pasado de «el que no esté colocado, que se coloque y al loro», del «Madrid me mata» a la noche de perico, pañí y pastillas sin meterse caballo.

Ana sabe que los políticos son culpables cuando se levantan, a lo largo de todo el día se ganan el perdón, pero al otro día al levantarse vuelven a ser culpables. Las catástrofes hacen y quitan gobernantes. Le ha extrañado, sin embargo, volver a comprobar que los verdaderos enemigos son los compañeros de partido. Tiene la impresión de que, en el poblachón, la política sigue desarrollándose en una plaza imaginaria entre Sol y Cibeles. Su hija le dijo cuando se metió de concejal: «Eres masoca, mamá». Aznar, «un verdadero liberal» según ella (y no como otras, le faltó decir), cuando la ve en el mogollón dice: «Esto es la política, aguanta».

Halloween ha desencadenado la eterna lucha entre Sol y Cibeles. Se sospecha que Esperanza Aguirre quiere ser alcaldesa y que fracciones del PP impiden que Ana sea candidata en 2015. Acusan a la alcaldesa de no haber cortado cabezas y de sabotear como abajofirmante, con toda intención, los planes de Ignacio González para el Hospital de la Princesa. Se equivoca el jefe de Sol, la baranda ha decapitado a Pedro Calvo (imputado ya en Madrid Arena) y a los concejales aguirristas en la comisión de investigación.

En el despacho de Ana hay alguna fotos: Jose (sin acento) sus nietos, Esperanza. Cuando se le pregunta si va quitar esa foto, dice: «Yo soy partidaria de no quitar nunca las fotos».