MÚSICA

El amargo adiós de Françoise Hardy

Enferma de cáncer, la eterna novia de Francia se 'apaga' indignada con el plan impositivo de Hollande

La cantante Françoise Hardy, en una imagen de 2006. / BENOIT PEVERELLI

Françoise Hardy no está bien. A los 68 años, la eterna novia de Francia, la indiscutible reina de la era ye-yé, padece un linfoma extranodal que le está minando la salud. «No sé si estaré aquí el año que viene», le dijo hace unos días a Le Monde. «No logro acostumbrarme a la enfermedad. Desde hace tres o cuatro años, las fuerzas me flaquean y tengo que caminar muy lentamente. Ando como por un alambre. Resulta desesperante no poder valerme por mí misma. ¡Yo, que siempre quise tener el control de mi carrera y de mi vida!».

Hace apenas seis meses, la inolvidable intérprete de Tous les garçons et les filles había anunciado a bombo y platillo que si François Hollande ganaba las elecciones a la Presidencia de la República, ella abandonaría el país. Aquella amenaza venía motivada por las promesas de campaña del candidato socialista, que planeaba recuperar el Impuesto sobre Sucesiones, reforzar el del Patrimonio e imponer un gravamen del 75% para los ingresos superiores al millón y medio de euros anuales.

«Con semejante reforma fiscal, el PS quiere dejarme en la calle tras muchos años trabajando para reunir unos ahorros. Si la llevan a cabo, seré la primera en irme de aquí», advirtió entonces. Pero hoy, la ex reina pop parece no tener energía ni salud para mantener su amenaza.

«No por ello deja de indignarme el clima de angustia que causa este aumento de la presión impositiva», ha declarado recientemente a Le Figaro. «Todo el mundo debería leer el estupendo libro de conversaciones entre Alain Juppé y Michel Rocard. En él, Juppé denuncia muy inteligentemente lo absurdo del Impuesto sobre el Patrimonio, que en Europa no existe más que en Francia. En cualquier caso, nosotros somos unos privilegiados. Quienes más lo van a sufrir al final esta reforma son los que menos tienen».

La cantante está estos días más centrada en sus dolencias que en la política. Las rodillas ya casi no la sostienen y ha tenido que cambiar su tríplex parisino de la aristocrática Avenida Foch por un piso más pequeño en una planta baja donde tiene más movilidad. A la enfermedad linfática que le detectaron en 2003 se han ido sumando problemas pulmonares, estrés, acaso depresión. Así que se aferra a la música, que «siempre me ha dado muchas alegrías y me ha ayudado a soñar».

Este mes se cumplen 51 años desde que grabó su primer disco para el sello Vogue y la elegante dama tiene todavía ganas de enredar. Por eso ahora lanza a la vez su 27º álbum de estudio y su primer libro de ficción, con el título común de L'amour fou (El amor loco). ¿Un homenaje a la novela homónimo de André Bréton? Pues no precisamente, ya que ni en el relato ni en las canciones se percibe un ápice del tono desestructurado y surrealista de éste.

Sin embargo, no se puede negar que ambos son un canto al amor, teñido -como casi siempre- con un deje de melancolía y de dulce sufrimiento del corazón. Cuatro años después de su autobiografía -La desesperación de los simios (Robert Laffont, 2008)-, que cosechó un notable éxito, Hardy se ha aventurado a abordar el género novelístico, sin abandonar por completo su propia historia, en lo que ella mismo define como la crónica de «una pasión amorosa devorante».

La cantante no se molesta en ocultar que L'amour fou se inspira en su vida amorosa: es una sucesión de relatos encuadrados en un ambiente cerrado donde una mujer (Ella), insegura de sí misma, cae invariablemente enamorada de un hombre (X) que, como era de prever, suele hacerla sufrir más de la cuenta. La protagonista tiende a padecer en carne propia los cambios de humor de él, un personaje brillante, elegante, irritable y cruel, y vive por ello irremediablemente angustiada. ¿Son parejas diferentes en cada capítulo o se trata siempre de la misma? No lo sabemos. ¿Y por qué en el último capítulo en vez de X y Ella se refiere a la pareja de marras como Tú y Yo? Silencio oficial.

Lo cierto es que, desde 1967, la chica que tenía encandilados a todos los varones de su generación -incluido Dylan, que no paró hasta conseguir que se la presentaran en el backstage de su primer recital en el Olympia- mantiene una relación sentimental con el actor y cantante Jacques Dutronc, con quien terminó casándose en 1981. Ocho años antes, la pareja había engendrado un hijo, Thomas, que iba para fotógrafo pero acabó convertido en músico -cosa de los genes-, primero escribiendo canciones para Henri Salvador y luego grabando sus propios elepés -tiene ya dos-, bajo la influencia manouche del fantasma de Django Reinhardt.

Con Dutronc, la relación siempre ha sido extraña y algo tensa. De ahí que los estudiosos del repertorio Hardy tiendan a explicar que su devoción por las melodías tristes es el reflejo sintomático de las dudas y tormentos que suscitan en ella las historias amorosas. Sea como fuera y con el hijo de ambos ya crecido (tiene 39 años), la pareja había llegado a un acuerdo de convivencia moderno en virtud del cual él residía buena parte del año en Monticello (Córcega) y disponía de una planta para sí cuando venía a París. Pero ahora que ella se ha deshecho del triplex, «el pobre Jacques anda desconcertado, no reconoce la nueva casa como su hogar».

¿Es Dutronc el señor X? «En realidad, X toma prestadas cosas de unos y de otros, se trata de hombres que tenían el mismo perfil o que me han causando las mismas inquietudes», responde esquiva. «Mi editor, Stéphane Barsacq, que ya logró convencerme en su día para publicar mi autobiografía, sabía que tenía este texto guardado en un cajón desde hace 30 años. Yo no quería publicarlo. Con todos estos problemas de salud, hay momentos en que me siento tan mal... Hace un año pensé que me iba a ir al otro barrio. Me dije: ¿qué hago con esto? ¿lo tiro? Entonces, ya estaba preparando un nuevo disco y pensé que sacar la novela a la vez sería un buen reclamo, dado que no iba a salir de gira para presentar las nuevas canciones», prosigue.

La última vez que Françoise Hardy actuó en directo fue en 1997, cuando se subió al escenario del Palacio de Deportes de Bercy para interpretar un tema a dúo con su amigo Julien Clerc en el concierto de celebración del 50 aniversario de éste. Pero la verdad es que la diva abandonó las tablas hace décadas porque el directo nunca llegó a gustarle: le ponía demasiado nerviosa. Del mismo modo que dejó de componer la música de sus canciones cuando nació Thomas, con la excusa de que tenía que dedicarse a cuidar al niño.

«Mi carrera se divide en dos periodos», resume. «El primero, los años 60, en que grabé para el sello Vogue, está lleno de cancioncillas inofensivas. El segundo, que arranca con mi disco de 1971 La question, es mucho más serio, elegante, ambicioso. Con aquel álbum pensé haber roto con el pop intrascendente para crear algo más maduro y sofisticado. Pero el público no lo entendió». Aburrida del show business y desencantada de unos fans que siempre han preferido sus viejos éxitos de la década prodigiosa, Hardy se ha pasado las dos últimas décadas cultivando su pasión por la psicología, la grafología y la astrología. Pero la música nunca deja de llamar a su puerta. «En cuanto alguno de mis amigos compositores, como Calogero, Julien Doré o Alain Lanty, me envía un puñado de melodías bonitas, no resisto la tentación de ponerme a escribir letras», ha señalado a Le Journal du Dimanche. «Las canciones han sido siempre un bálsamo para mí».