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  • Manuel Jabois

Qué horas son mi corazón

300 intelectuales han firmado un manifiesto en el que se dice que el independentismo catalán se asienta sobre una ficción. Como si lo firman 300 peluqueras. Cuando uno se pone a construir la historia a imagen y semejanza de sus afectos pocos escritos se les pueden poner delante, salvo diagnosticar el mal y prepararse para lo peor: desde reivindicar el origen catalán de todos los genios de la historia hasta celebrar que un bebé nazca a las 17.14, como si se hubiese mantenido a la madre en espera patriótica; si el médico hubiera dicho que el niño nació a las 19:78 no se habla en Cataluña de independencia al menos en dos siglos y hasta se estiran los relojes como concesión daliniana. ¿En qué otra ficción pueden unos señores pedir amparo a la UE por el uso de la fuerza militar española una semana después de emitir una simulación de cuatro tiros al Rey? El president Mas, que ha decidido que sus voluntades están por encima de la realidad, dijo ayer que la democracia no la pararán las leyes, hechas en España por mandato divino. «Creo sinceramente que una parte de Cataluña está sometida a una enfermedad paranoica», me dijo hace años Boadella, y pensé que exageraba. No sabía entonces que el verdadero drama catalán es que no exagera nadie. Una suerte de madriditis, mal de aire de la epistemología culé, se ha instalado en la estructura política para apuntalar el discurso de la opresión y el robo con que España, en este Cantar del Mio Mas, obsequia a Cataluña. El Molt Honorable me ha dado un par de buenas columnas pero siento que nuestra historia de amor se acaba. Hemos llegado al punto de que la opinión consista en transcribir los discursos y a continuación dar el parte médico, locutado con las señales horarias, que se darán todas las veces que sean las 17:14 en un solo día. Es posible.