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  • Manuel Jabois

Ecos de sociedad

LA VERDADERA noticia de esa boda de San Sebastián que acabó con heridos es que se sigan celebrando bodas, y aún peor: que los novios continúen invitando a sus familias y las junten para beber. Hay que estar muy enamorado para confiar tanto en España. Cuando en el futuro se hable de héroes románticos será imposible dejar de citar la historia de dos novios que se casaron delante de familias de Valladolid y Hernani y las pusieron a brindar como en Viridiana. Lo que no se pudo hacer en un siglo con estatutos y transferencia de competencias parece ser que se consiguió durante unos minutos, los suficientes para que un Bogart desatado se plantase delante de la cabina y dijese: «Pinche la melodía de Benito Lertxundi. Pínchela». El novio ordenó sacarla. Un invitado de la novia exigió ponerla. Al final se extremaron tanto las pasiones que unos comenzaron a gritar, en el corazón de San Sebastián, Viva España; una cosa es gora ETA y otra ir provocando. Se le ha dado a la noticia aire simpático, como todo lo que rodea a las bodas; ya pudo haberse organizado la de Kill Bill que siempre se le buscará página en color y alguien dará cuenta del vestido de novia (yo me imagino a una tía mía aplicando sobre la revista técnicas del CSI para visualizarlo sin sangre y dictaminar, muy segura de sí misma, que es de Rosa Clará). Lo cierto es que los procesos de secesión con los que se entretiene España mientras pasa la crisis empiezan a ser dramáticos. Cataluña ha querido colar lo del Maine con pesqueros amenazados por la Armada y cazas sobrevolando la Sagrada Familia, a donde subirá Mas para tumbarlos como King Kong. En el País Vasco, mientras tanto, ya se empiezan a organizar bodas étnicas. Tiene su importancia: todavía hay quien cree que la independencia no se publicará como eco de sociedad.