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  • Arcadi Espada

El antisistema

POBRE hombre Mario Conde. Aún no sabe dónde está el antisistema español. ¡Y cómo se le respeta! España es un país de hidalgos y solo los hidalgos celebran con gravedad sus llagas. En Francia el voto lepenista se lleva como una cruz; y para subrayar su cota repulsiva los partidos centrales son capaces de pactar un candidato, caso de Chirac en el 2002. En Italia sucede algo parecido con la Liga Norte. Y en Bélgica y en Holanda y en Austria, en cualquier lugar civilizado de Europa, el voto a los partidos antisistema se soporta. Como máximo. En determinadas circunstancias, crisis, estos partidos pueden alcanzar una cuota importante de poder. Pero nunca alcanzan la respetabilidad. En España la respetabilidad está al alcance de cualquiera. De cualquier éxito, por más que se trate de un éxito sucio. Ayer, en Galicia y en el País Vasco, sufrió el mainstream de la política española. Los partidos antisistema lograron buenísimos resultados y el confundido Conde cero points. Los Tsipras, Wilder, Le Pen, Bart de Wever llevan en España nombres respetables. Por eso, y en apariencia, el antisistema español no prospera. Y tampoco algunos de sus rasgos cruciales. No es que España sea un país antirracista y antixenófobo: es que los racistas y xenófobos se dedican a los españoles. ¡Otro confundido, Anglada!

Los nacionalistas catalanes, vascos y gallegos y el izquierdismo quincemesino se diferencian en algunas cuestiones obvias; pero unos y otros comparten una sentencia: el sistema ha caducado. Para unos eso querrá decir el Estado y para otros el Capitalismo; y para otros más las dos cosas; pero la coincidencia es indiscutible. El auge del nacionalismo se explica por la adición de ese voto de protesta a su cliente habitual: al votante antisistema le alegra la fractura venga de donde venga. Pero lo insólito, insisto, no es el volumen de voto sino el de respetabilidad. El presidente Mas lleva desde el 11 de septiembre profiriendo insensateces a una media aproximada de una diaria. La crítica a sus palabras debería partir de la resignación ante el fenómeno natural. Por el contrario, incluso la crítica más dura, no deja de admitir que Mas es un fenómeno. ¡El extraño complejo español ante el anticuerpo! No debería. Una cosa es que Beiras, Mas, Mintegui y Urkullu acarreen problemas y que estos deban ser resueltos. Otra es que esos problemas sean respetables. No lo son: las bases morales, intelectuales y políticas del antisistema van del anacronismo al delirio, sin omitir la corrupción. Lo peor de España es su alternativa.

>Vea el videoblog de Carlos Cuesta.Hoy: El necesario cambio del PP vasco