EL INQUISIDOR DE LAS 5.000 DENUNCIAS CONTRA EL CASTELLANO

Hijo de militar franquista y falangista, Roger es independentista y recorre Cataluña con denuncias a comercios con carteles en español. Las que lleva les parecen «pocas». Su sueño: que los chinos hablen catalán

Roger Seuba, de 32 años, bibliotecario, en una de las calles de Castellbell i el Vilar, donde vive. Dice que no trabaja solo, que tiene un equipo de delación de 50 persona s. / MARTA PICH

Roger en la puerta de una óptica denunciada por él. A la derecha, el cuaderno en el que anota los establecimientos «anticatalanes» . / ANTONIO MORENO

D esde la frontera francesa (Costa Brava, en Girona) hasta el sur de Tarragona, en el límite con la Comunidad Valenciana, Roger recorrió todos los municipios del litoral catalán. Sin más compañía que una libreta en la que anotaba datos de establecimientos comerciales cuyos rótulos no estuvieran en lengua catalana. Su objetivo: denunciar a todos los negocios que no rotulen «al menos» en ese idioma, tal y como establece la polémica Ley de Política Lingüística de la Generalitat. Era 2007, sólo el principio de su particular cruzada por «la plena normalización de Cataluña».

Su camino siguió por los principales ejes comerciales de toda Barcelona y su área metropolitana, e incluso Andorra. Pasó días enteros en la calle metido en la piel de un inspector de consumo del Gobierno catalán. Pero el gran delator, el inquisidor catalán contra quienes rotulan en castellano, era sólo un joven bibliotecario de profundas convicciones independentistas. La cifra de denuncias acumulada es asombrosa (unas 5.000 en cinco años), pero a él le parecen pocas. De no ser por la crisis, el rey de las denuncias lingüísticas seguiría hoy al mismo ritmo.

Durante largas jornadas encadenó caminatas de 10 horas en las que los gastos corrían de su parte. No ha visto un euro, subraya. Su afán por delatar «a los infractores», que lo llevó incluso «a desafiar» a multinacionales como Unilever (Nestlé, Frigo) o Carrefour y a lograr (sin denuncia) que alguna web corporativa fuera traducida del español al catalán, le ha permitido alcanzar la increíble cantidad récord de 5.000 denuncias o reclamaciones interpuestas a la Agencia Catalana de Consumo.

No todas entraron a registro con su propio nombre: es parte de la estrategia; están con él unos 50 informadores y colaboradores (la mayoría no activos, se limitan a firmar). Pero unas 3.000 sí salieron de su puño y letra, según sus cálculos, registrados en su inseparable libreta. [Entre 2007 y 2011, 515 empresarios han sido multados. Numerosos agentes sociales y ciudadanos catalanes han criticado el afán recaudatorio de las sanciones, que ascienden a más de 900.000 euros. En muchos casos, la reacción de los comerciantes sancionados era preguntarse «quién está dando parte de mi rótulo a Consumo y por qué»].

Crónica ha localizado y entrevistado al joven catalanista escondido tras la mayoría de denuncias y quejas contra comercios catalanes. Roger Seuba López, de 32 años, un ciudadano anónimo orgulloso de sus actos, no tiene problema en dar la cara y acudir al encuentro de este suplemento en una terraza del centro de Barcelona.

Pelo corto, gafas graduadas, ojos verdes, botas y mochila de montaña, jersey a rayas viejo y una herida en la nariz provocada por una caída en bicicleta durante una excursión en el Valle de Benasque, Roger se acomoda en la silla, pide un zumo de naranja natural y recuerda los orígenes de su obstinada misión contra los letreros en español. «Todo empezó en la época en que estuve viviendo en Barcelona. Rápidamente detecté el empeoramiento de la situación lingüística: cartas de restaurantes escritas sólo en inglés y en español, funcionarios sin ningún conocimiento del catalán, etiquetaje de productos en castellano, cuerpos de seguridad que exigían al ciudadano expresarse en español, ausencia de películas en catalán en los cines… Decepcionado ante el panorama, me propuse ayudar a poner remedio a esto, así que me planté en la sede de Plataforma per la Llengua y allí aprendí el proceso de las denuncias, las sugerencias y las quejas a Consumo».

Roger Seuba es de Avià, un pequeño pueblo de montaña de la comarca barcelonesa del Berguedà. Es el hijo menor de un antiguo militar del Ejército franquista, Joan, y de una maestra de escuela de pasado falangista, María Rosa. «Mi padre fue militar con Franco durante cinco años. Después fue payés y empleado de una fábrica textil. Cuando en la Guerra Civil mataron a mi abuelo materno, que era un valenciano de origen castellano, mi madre y su familia se vieron obligados a hacerse de Falange, pero realmente no lo querían, pese a que la propaganda diga lo contrario», resume ufano.

En Avià se crió Roger hasta que en 1998 empezó a estudiar en Barcelona, primero Historia en la Universidad de Barcelona y luego Biblioteconomía y Documentación en la Autónoma. De entrada, se instaló en el barrio de Gràcia, y más tarde en las afueras, en Cerdanyola del Vallès. Su pueblecito (1.700 habitantes) encarnaba para él el lugar perfecto. «El Berguedà es junto a la zona de Solsona una de las pocas áreas de Cataluña normalizadas; donde mejor está la cosa es en Andorra», señala.

El paso de su Arcadia local a lo global, su llegada a la gran ciudad, le supuso un shock: carteles en español por todas partes, bilingüismo, catalanes hablando en castellano a extranjeros. Una conmoción sólo superada por la que sintió el día en que conoció la población turística de Lloret de Mar: «Aquello era terrible. Carteles en cualquier idioma menos en catalán. Algo parecido vi en Salou. Era una situación a corregir. Por suerte, con mis acciones se pudieron arreglar bastantes cosas».

El activista de la lengua lamenta que «en Barcelona cueste muchísimo encontrar a un chino hablando en catalán». Y se muestra autocrítico: «Los catalanes tendemos a cambiar rápidamente al idioma español cuando hablamos con extranjeros. Caemos en un error, porque eso no ayuda en nada a la normalización del catalán. Así que tenemos que recuperar la conciencia».

Actualmente, Roger tiene una plaza fija en un centro cívico de la capital, donde trabaja como recepcionista a tiempo parcial a cambio de unos 800 euros al mes. En el centro, cuyo nombre prefiere no revelar, la mayoría de clases «son en castellano», critica, «a pesar de que uno de los niños es hijo de un dirigente de ERC».

Sus últimas denuncias son de hace un año. Peluquerías, inmobiliarias, bazares regentados por inmigrantes, bares, ópticas, discotecas, agencias de viaje… Ningún comercio queda a salvo del delator Roger Seuba. En el tú a tú con los comerciantes, el método es siempre el mismo: con buenas formas, persuasivo, el delator evita discutir con ellos de cuestiones identitarias o políticas, limitándose a quejarse de que «en esta tienda les importan tres pepinos los clientes». Y santas Pascuas.

-Los pequeños empresarios le habrán preguntado con frecuencia por qué iban a rotular en catalán si la mayoría de sus clientes se dirigen a ellos en castellano.

-Sí. Y les he respondido lo siguiente: que el catalán ya estuvo bastante perseguido durante muchos años, y actualmente ha sido maltratado por el PP en el Tribunal Constitucional, como para que ahora vengan ustedes a recortar su uso. Por tanto, les pediría que lo incluyesen en sus rótulos, así los clientes catalanes estaremos más satisfechos.

Cuaderno en ristre, lo han confundido con un policía en alguna ocasión. El bloc de tamaño folio de Roger está semijubilado. Se ha pasado a las nuevas tecnologías. Guarda fotos de comercios y notas en su Nokia. Recibe avisos por móvil de «posibles infractores». Muestra uno referente a Leroy Merlin. Pero los SMS no siempre son rigurosos, se queja. Para evitar «hacer un desplazamiento en balde», comprueba los rótulos a través de Google Earth.

El joven, vinculado a la organización política independentista Catalunya Acció -presidida por el empresario Santiago Espot, e integrada desde las pasadas municipales en Solidaritat Catalana per la Independència (SI)- pide dejar claras dos cosas. Una: «Nadie me ha patrocinado ni ayudado económicamente. Sólo las fotocopias de mis denuncias, que las hice en Plataforma per la Llengua, entidad que las tramitaba». Y dos: «De las 5.000 denuncias, unas 3.000 son mías, aunque no siempre con mi nombre. Pero harían falta unas 15.000. Nos quedamos cortos».

-¿Qué le dirías a quien tuvo que pagar un rótulo nuevo para evitar una sanción?

-No le he metido miedo a nadie. Los inmigrantes, por ejemplo, lo entienden al instante y lo cambian para no perder un cliente. Las pocas sanciones han sido a anticatalanistas. Esos y las multinacionales son reacios a incluir el catalán.

Uno de los empresarios sancionados que se niega a pasar por el aro es el barcelonés Ángel Centeno. El rótulo de su empresa sigue en castellano. Roger denunció en 2008 a su inmobiliaria. Cuatro años después, Centeno ha presentado un recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional. Le asesoran desde la plataforma Impulso Ciudadano. «¿Debe la ley dar legitimidad a quien denuncia a un comercio sin tener voluntad de consumir en él?», se cuestiona José Domingo, uno de sus responsables.

Aunque no ha decidido aún su voto en las elecciones del 25-N, sí tiene claro que dará su apoyo a un partido independentista. «Es una necesidad, más que una cuestión identitaria, porque en España no hay posibilidad de cambio. Con un Estado catalán propio, sí habría esa opción. La independencia como esperanza. Ya veremos luego si sale bien o no, pero creo que a la larga ganaremos», sostiene.

En uno de sus viajes a Andorra, pues también ha ido al extranjero en su afán delator, presionó a la multinacional Unilever para que las cartas de los helados de Frigo y Nestlé llegaran a los establecimientos en catalán. «Normalizamos unas 4.000 cartas. Es de lo que más orgulloso estoy. ¿Cómo lo hicimos? Atacando el mismo objetivo desde Cataluña, Islas Baleares y Andorra», indica. También presume de estar detrás de la apertura de locutorios en catalán y de letreros con ese idioma en el Barrio Fondo de Santa Coloma de Gramenet, el Chinatown barcelonés. Por el contrario, no ha podido «del todo» con Cepsa. «En sus gasolineras han incorporado el catalán, pero en pequeño, no sea que alguien vaya a molestarse. Claro, qué van a hacer, son patrocinadores de La Roja», se lamenta.

Roger saca de nuevo su teléfono: «Fíjate en esta foto de un bar que he denunciado. El rótulo está bien, en catalán, pero las pizarras de la acera mantienen menús en castellano. Esta gente de la Generalitat no inspecciona bien».

«Crónica» ha tenido acceso a expedientes sancionadores a comercios denunciados por él. Muchos de ellos, aunque están incritos en catalán, usan algún letrero en español, y Roger es implacable. Aquí una selección de sus víctimas: Nethome (limpieza) / Peluquería Raírez / Subministres Altor (colmado) / Talleres Airos (vehículos) / Gardena-Moda (ropa) / Supermercat Meridiana / Decoración Paralelo / Supermercat Benestar / Credisol (finanzas) / Estudio Modas / Alimentación Mistral / Frutería Rosita / Dinero Express / Productos de Peluquería / Peluquería La Fama / Peluquería Mayra / Locutorio HMMH / Lampistería Santi (lámparas, electricidad) / Carnisseria HMMH / Alimentació MiniSuper / Lubricants i Neumàtics Fausto / Peluquería Alta Gracia / Ganiveteria González (vajillas) / Petro Fashion (ropa) / Reformas-instalaciones Mantilla (gas) / Peluquería Tijera de Oro / Limvanet Sants (limpieza) / Teresa Santigo (colmados) / Cerrajero del barrio / Frutería Lombarte / Supermercat Martin / Peluquería Guayabal / Supermercado de la confección...