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  • Antonio Gala

Víctimas y verdugos

HAY que ser muy avezado -y algo cruel- para adivinar el punto justo de ayuno de un caracol para que dé buen sabor al que lo come. Esa es una penitencia de ayuno y abstinencia que no conduce más que a la muerte, y una muerte de cruz devoradora. Me parece de una crueldad tan inhumana que no como jamás un caracol... He empezado a dejar de comer cualquier ser que haya estado vivo. Está claro que llegó ya mi hora de morir. Ese rechazo de la muerte, tan esencial, no lo puede sentir sino alguien que haya sido llamado ya por ella... Está bien. No me importa. No hice quizá lo que estaba llamado a hacer. Pero tampoco creo en esos llamamientos: creí en la vida. La tuve. No supe disfrutarla, pero fue culpa mía. Y de alguien más, supongo. Me acabo, ya lo sé. Por eso no tolero que se mate a una criatura de hambre para luego comérsela. Basta... Pensarlo sólo pone la carne de gallina. Y, sin embargo, en el fondo, es lo que hacemos todos con lo que nos rodea. No nos quejemos, por tanto, de lo que están haciendo ahora con nosotros los políticos que una mayoría eligió. Adelgacemos pues.