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Un burdel de lujo

Si esto fuera en serio, Artur Mas tendría previstos sus movimientos, porque sólo un ingenuo -o un idiota- podía pensar que MarianoRajoy iba a ceder ayer lo más mínimo. Pero la improvisación es total, porque no hay plan, porque todo es de tercera regional y de un amateurismo lamentable.

Mas sabe que tendrá que adelantar las elecciones y que su promesa electoral será la soberanía fiscal, una extraña ideación que da la sensación de decir mucho pero que no compromete a nada. Soberanía fiscal, agencia tributaria propia, Hacienda también propia, autogobierno, plenitud nacional, derecho a decidir, estructuras de Estado e incluso Estado propio serán expresiones y conceptos que CiU pondrá inmediatamente de moda. Todos ellos parecen remitir a la independencia, pero ni la palabra ni el concepto de la independencia saldrán en ningún momento porque una cosa es querer apropiarse de los réditos del independentismo y la otra, muy distinta, es ser independentista.

Ni Mas es independentista, ni lo es Convergència, ni lo es Unió, ni lo son los votantes de CiU. La independencia es para ellos un flirteo, un coqueteo. Lo prueba es que el presidente de la Generalitat tiene serias dudas de si convocar las elecciones en noviembre, tal como estos días había circulado. Todas las encuestas sugieren que ERC ganaría entre ocho y 10 escaños y que CiU podría perder hasta siete: cuando radicalizas el discurso, los que se benefician son los radicales. A fin de cuentas, dos de los eslóganes más celebrados de la manifestación de la Diada fueron: Per què crides independendència si votes Convergència y Ni pacte fiscal ni hòsties.

El otro escenario que Mas contempla es convocar las elecciones para marzo, con la esperanza de que el ambiente no esté tan caldeado. Estamos donde estábamos. Más de lo mismo.

La única novedad es el patetismo de Mas y de su equipo. Un patetismo que, como mínimo en las formas, Jordi Pujol no tenía. Si los jefes de Estado que son recibidos en La Moncloa dan su rueda de prensa en el mismo palacio, Mas, pretendiendo ser más que Rajoy, fue menos que cualquier líder mundial atendiendo a los medios de comunicación en la delegación de la Generalitat en Madrid, que no dispone ni del espacio ni de las instalaciones para dar una rueda de prensa en condiciones. La peor vulgaridad es la del provinciano acomplejado.

Mas se encuentra entre la puerta cerrada de España y un independentismo que no confía ni en él ni en su partido, y que lo hará todavía menos cuando convoque elecciones con la pantomima de la soberanía fiscal, que es una tomadura de pelo igual que esta tontería de las «estructuras de Estado» que, como su nombre indica, son imposibles de crear si no tienes Estado. Aunque lo del «Estado propio» es sin duda el peor fraude, sobre todo cuando los colaboradores de Mas te precisan que se refiere a Baviera o a Massachusetts.

Vendrán días de incertidumbre y de rumores. Luego, como siempre, lo filtrarán a La Vanguardia y dirán que es una exclusiva. Es así como Mas y sus periodistas afines tratan a los catalanes, un poco como los dos amigos a los que les toca la lotería:

- ¿Y qué haremos con el dinero?

- ¡Comprar un burdel de lujo!

- ¿Y si nos va mal?

- ¡Pues lo abrimos al público!