• Santiago Carrillo
  • Sala de columnas
  • Arcadi Espada

Gran fumador

HA MUERTO una leyenda. Como ya dijeron Martí Gómez y Ramoneda sacaba los PeterStuyvesant encendidos del bolsillo. Qué raro destino el del Partido Comunista de España. Nunca fue nada. En la República, por supuesto: 0 escaños en 1931, 1 en 1933, 17 en el 36. Pero tampoco en la Guerra Civil: de haber sido importante la habríamos ganado. En cuanto al franquismo, ya detallaron las heces en melena aquel se ve, se ve, la fuerza del PCE. Y el gran equívoco de Cataluña y el suc de la vida: aquellos que se creían comunistas cuando sólo se trataba de la estética vergonzante del nacionalismo. Y lo más terrible: que el PCE, siendo lo que era, fue lo más relevante de la oposición a Franco. En cuanto a la Transición, qué duda cabe que Carrillo actuó con sentido común y con la astucia del que hace de la necesidad virtud. Porque la pregunta, y la respuesta, es si pudo haber hecho otra cosa. Himno, bandera y monarquía le llevaron al 9% de los votos. Y a su izquierda, el peté. Siempre se podrá decir que Carrillo tuvo el mérito de no echarse al monte. ¿Pero qué monte, si todo estaba ya edificado? En esos años tuvo el instinto de arrimarse a Enrico Berlinguer y copiarle todo menos la finura en aquel libro que le publicó el viejo Grijalbo, Eurocomunismoy Estado, mera socialdemocracia que no osa decir su nombre. Pero Berlinguer, aunque hubo de morir en ello, llegó al sorpasso y superó a la democracia cristiana. No es que Carrillo pudiera pensar en superar a la UCD de Suárez, por supuesto: es que jamás llegó a oler la nuca perfumada de Agua Brava del PSOE. Todo acabó el 23 de febrero de 1981, y en su correlato del 28 de octubre de 1982. Su hermoso gesto de dignidad ante los matones sólo sirvió para que le votaran un 4% de los españoles. ¡País de quijotes! Como, al revés de Fraga, no tenía ninguna Baviera (¡salvo Paracuellos del Jarama!, gritaban) se refugió en los medios. Su lugar. Su lugar poético. Oriana Fallaci y aquella entrevista del otoño de 1975 en L'Europeo, que circuló por medio mundo, donde llamaba tontín a Juan Carlos. Su irrupción apoteósica en los salones del Grupo Mundo, el de Auger, del brazo de la dorada Carmen Díez de Rivera. Carrillo fue un producto de los medios. Entre otras cosas, porque todos los comunistas activos o pasivos de España tuvieron algo que ver con el periodismo. Carrillo no fue nada real en la vida de España. Pero fue noticia.

>Vea el videoblog de Carlos Cuesta La escopeta nacional. Hoy: De Grecia a Cataluña