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Pasión por la libertad

Es muy difícil reflejar en unas pocas líneas lo que representa la figura de Esperanza Aguirre en estos 30 últimos años de la política española. Y lo es todavía más para mí, que comparto con ella aún más años de afecto y amistad.

La trayectoria política de Esperanza Aguirre está ligada a esos jóvenes que dieron el necesario relevo a la generación que hizo posible nuestra transición democrática. Y esta circunstancia explica muchas cosas de la labor política de Esperanza y de sus profundas convicciones.

Esperanza Aguirre decide entrar en política con una firme vocación: trabajar para dar continuidad y mejorar el legado de quienes hicieron posible la concordia y la reconciliación entre los españoles y contribuyeron a la llegada de la democracia a España. Todo para conseguir que la libertad no fuera ni un breve paréntesis en la historia de nuestra nación, ni tampoco una mera invocación formalista sin aplicación real en la vida de los españoles. Tristemente, así lo había sido en el pasado.

Porque si algo define la vida política de Esperanza es, por encima de todo, la pasión por la libertad. Pocos políticos han contribuido tanto a mantener viva la llama del liberalismo en estos tiempos de descreimiento sobre el significado de la libertad.

Para Esperanza, la libertad es el auténtico motor del progreso y el bienestar de nuestra nación. Esperanza siempre ha creído en la necesidad de imponer límites para evitar la intromisión de los poderes públicos en la vida de las personas. Y estas ideas las ha llevado a la práctica en toda su tarea política, con muy buenos resultados para el bienestar de los madrileños, que somos, sobre todo, españoles.

Porque lo más importante para Esperanza ha sido España, la nación soberana de ciudadanos libres e iguales que consagramos en nuestra Constitución.

Nación y libertad son los dos principios políticos clave que la inmensa mayoría de los españoles compartimos con Esperanza Aguirre. La nación española porque es una de las más antiguas del mundo, con un rico pasado del que podemos estar legítimamente orgullosos. Y la libertad, porque es la condición que nos hace plenamente personas.

Esta fe en la libertad de las personas, frente a quienes abogan por un Estado intervencionista que decida por ellas, nace de otra profunda convicción de Esperanza: la confianza sin límites en la persona, en su capacidad para elegir cómo vivir su vida. Un principio que siempre he compartido con ella y que siempre hemos defendido desde el PP.

Lo que anima nuestra acción política es ofrecer a las personas las mejores oportunidades para que puedan prosperar en sus vidas. Y la primera condición para que esa prosperidad sea posible es contar con una buena educación, con una educación de calidad. Por eso Esperanza, desde siempre, ha hecho de la mejora de la calidad de la educación una de sus irrenunciables banderas políticas.

Como ella misma dijo ayer, creo que su defensa de la calidad de la educación es su principal legado. Comparto con Esperanza que ése es el mejor camino para combatir esta crisis y recuperar el horizonte de bienestar y prosperidad que todos los españoles queremos para nosotros y para nuestros hijos.