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  • Victoria Prego

Mariano Bros

La ayuda está ahí, nos la han descrito, casi la podemos ver y se nos ha dicho que está a nuestra disposición, a manos llenas, además. Esa es la oferta que ayer hizo el BCE, dispuesto comprar bonos españoles sin límite.

Pero resulta que para llegar a ella España tiene que pasar por duras pruebas y superar el enorme obstáculo, lleno de esfuerzos y renuncias, que supone la petición de rescate a la Unión Europea. Ésa es la condición y ése es el camino que el presidente del Gobierno tiene delante. Como Súper Mario Bros, el protofontanero contemporáneo del juego de Nintendo, que recorre el mundo saltando por encima de zanjas y montes, escapando de trampas y asaltos hasta alcanzar el castillo en el que está La Princesa, Mariano Rajoy tiene una endemoniada senda que recorrer -la de las condiciones del rescate- si quiere obtener el premio ofrecido por el Banco Central.

A estas alturas de la crisis no debe de quedar ni un solo español que no sepa que una petición de rescate implica un sometimiento estricto a las órdenes de Bruselas. Lo cual quiere decir que, una vez que se llama a esa puerta para pedir árnica financiera, ya no hay piedad para el rescatado. Que no caben miramientos ni en las pensiones, ni en el subsidio de paro ni en las condiciones laborales ni mucho menos en las peculiaridades autonómicas y sus réplicas de Estados en miniatura.

De modo que se puede entender perfectamente que Rajoy no se lance desde ya al camino porque, al contrario que el inocente Súper Mario, él sí sabe muy bien lo que le espera en el trayecto. Quizá por eso se quitó de en medio ayer con una frase críptica: «Cuando tenga alguna novedad, ya la comunicaré».

Lo que le pasa es que no quiere echar a andar todavía en dirección a Bruselas, que se resiste a llamar a las puertas de la UE y que espera, con mucha más voluntad que fundamento, que el sólo anuncio de que La Princesa del Castillo le haya garantizado que está a su disposición esperando su llegada, servirá para que los salteadores del camino se retiren desmoralizados, los montes se allanen y los fosos se sequen, de modo que su terrible aventura se convierta en un paseo.

La Bolsa y los mercados reaccionaron ayer magníficamente. Muy bien, pero eso ya lo hemos visto otras veces. Pasó lo mismo cuando el ministro De Guindos anunció que España había obtenido una «línea de crédito» con «excelentes condiciones» para la banca. Pasó cuando Monti, Merkel, Hollande y Rajoy se reunieron en Roma para declarar su unánime respaldo a la continuidad del euro. Y pasó cuando Draghi dijo que el BCE utilizaría todo su poder para preservar el euro y añadió aquello de: «Y, créanme, será suficiente».

En todos esos momentos la prima de riesgo española bajó vertiginosamente, como por arte de magia, y todos respiramos aliviados. Pero inmediatamente, y como por el mismo arte de magia, volvió a subir más arriba aún.

Por eso, si la esperanza de Rajoy es que los mercados dejen definitivamente de ahogar nuestra deuda porque ya es seguro que la ayuda nos está esperando al otro lado del rescate, puede que espere en vano. Pronto saldremos de dudas. Por si acaso, convendría que alguien le regalara un juego de Súper Mario 2. Para que se vaya entrenando.