Encuentro con el autor y Trascendente Sátrapa que hoy (ya) cumple 80 años

Fernando ARRABAL «Mi sueño sería ser un santo pagano»

ÁLVARO YÁÑEZ

Hoy Fernando Arrabal cumple 80 años. Para el Trascendente Sátrapa, sólo se trata del aniversario de su «nacimiento aparente» y ni siquiera la fecha es la buena, ya que habría que referirse más bien al primer phalle 139 de la Era Patafísica, según el inmortal credo de Alfred Jarry. Lo único seguro es que habrá una celebración multitudinaria en el parisino Atelier du Crayon y los anfitriones prometen «palabras descongeladas y libaciones». Será quizá la ocasión de presentar ese volumen de 500 páginas editado por Libros del Innombrable bajo el título de Arrabal 80, que recopila una selección de textos firmados por Jodorowsky, Ionesco, Houllebecq o Sánchez Dragó.

Único superviviente de los cuatro avatares de la modernidad (Dada, Surrealismo, Pánico y Patafísica), poeta, dramaturgo, cineasta, novelista, ensayista y columnista de obra tremendamente fértil, a lo largo de su vida de hijo de republicano desaparecido y niño prodigio abocado al exilio, Fernando Arrabal Terán (Melilla, 1932) ha recibido infinidad de premios internacionales y ha sido condecorado con la Legión de Honor francesa. Fue propuesto igualmente para el Cervantes o el Nobel y ha tenido tiempo para impulsar proyectos artísticos y ser autor de libretos operísticos, comentarista de ajedrez o irrefrenable tertuliano televisivo.

PREGUNTA.- Viéndole nadie diría que cumple 80. ¿Su secreto?

RESPUESTA.- Quizá ya estuve bastante enfermo en mi infancia y juventud con la tuberculosis. Debe ser que ya pagué bastante.

P.- ¿Por qué se desterró a París en el 55?

R.- En ese momento respiraba muy mal, en todos los sentidos, incluso intelectualmente. Pero eso es agua pasada...

P.- ¿Por qué se quedó?

R.- Estoy menos mal aquí que en otros sitios. Igual que le ocurrió a Ignacio de Loyola o a Picasso.

P.- ¿Nunca quiso volver a España?

R.- La verdad es que no. Es muy gozoso exiliarse. Ya lo dijo Teresa de Jesús cuando intentó escaparse de casa. Uno se va para conquistar la gloria, el conocimiento y la verdad de la vida. Ése es el único designio que he tenido durante toda mi trayectoria de escritor. Pero, como diría Descartes, avanzo enmascarado...

P.- ¿Cómo va a celebrar su onomástica?

R.- De manera muy discreta. La vida de los escritores ha cambiado mucho. Cuando Víctor Hugo cumplió 80 años, desfilaron delante de su casa 100.000 personas. Por aquel entonces, la avenida en la que vivía ya llevaba su nombre y él era inmensamente rico. Por desgracia he conocido a la mayoría de grandes escritores y artistas de nuestro tiempo y no se puede imaginar nada parecido. Piense en la estrechez en que vivieron Beckett o Breton...

P.- ¿Le han dedicada alguna calle?

R.- Sí, hay un Paseo de Fernando Arrabal en Ciudad Rodrigo, un lugar por el que siento mucha nostalgia y donde aprendí lo principal de la vida: a leer, a escribir y a amar. Además, allí me prepararon para mi primer premio, el Nacional de Niño Prodigio, que recibí con 10 años...

P.- Luego ha recibido muchos. ¿Cúal le ha hecho especial ilusión?

R.- Todos son inmerecidos. El nombramiento que más satisfacción me ha dado podría ser el de Trascendente Sátrapa, que es el máximo honor que conceden los patafísicos. Somos sólo cuatro actualmente. He intentado que se le otorgaran a Kundera, Niemeyer o Louise Bourgeois, pero se les negó por no tener una obra suficientemente patafísica y sólo les dieron la Orden de la Gran Tripa. Excepcionalmente yo sé un poco de patafísica porque hago reuniones en casa a las que acuden bastantes patafísicos. Y he aprendido mucho de ellos, así como del libro capital de Jarry, Gestas y opiniones del Doctor Faustroll, que es el modelo de novela que yo estoy intentando escribir desde hace 10 años y que no será publicado hasta mi muerte.

P.- ¿Tiene ya título?

R.- No. Pero ya llevo más de 1.000 páginas y será mi libro total. Por eso no publico nada gordo desde hace tiempo. Hay que tener en cuenta que yo no hago sólo literatura, sino que pretendo transmitir algo más. Nadie lo ha visto. Ni siquiera mi mujer.

P.- ¿Qué razón hay para no editarlo en vida?

R.- Existe el inconveniente de que funcione y, de repente, el público se dé cuenta de quién es Arrabal y se empiece a estudiar mi obra. Yo prefiero mantenerme como un personaje pintoresco. Estoy más cómodo así.

P.- ¿Siente que sus trabajos no han sido difundidos suficientemente?

R.- En absoluto. Mis obras de teatro o mis películas siguen viéndose en todo el mundo e incluso en España han sido apreciadas. Pero la mayoría de la gente las ve y no las ve. Una película como Viva la muerte, que aún hoy es objeto de nuevos análisis, puede llegar a ser muy dura si uno le presta atención. Por eso los españoles no vieron nada en ella, es horroroso mirarse en el espejo.

P.- Usted es alguien conocido...

R.- Sí, porque me han visto por televisión dando una bofetada a un crítico o porque un día me emborraché en un programa. Pero no saben quién soy.

P.- Esas apariciones públicas a veces tan esperpénticas, ¿han beneficiado o perjudicado a su obra?

R.- Ocurre un fenómeno curioso. Cuando yo hablo en la tele, la gente piensa que digo la verdad. Están viendo a un mamarracho, que lleva dos pares de gafas, y de pronto hay algo que escuchan y que les llama la atención. En realidad, casi nadie me conoce y aún menos mi obra, que es demasiado variada y extensa.

P.- ¿Piensa a veces en la muerte y en cómo quiere ser recordado?

R.- En la película que hice con Borges, poco antes de su fallecimiento, sus últimas palabras fueron: «Arrabal, tenemos que vivir ge-ne-ro-sa-men-te». Y yo ya estoy preparando mi legado porque uno nunca sabe lo que ocurrirá en el futuro. Tengo más de 1.000 cuadros que incluyen piezas de Picasso o Dalí, así como 50.000 libros, casi todos firmados... Todo eso irá a España y mi familia está de acuerdo. Es un regalo que le doy al pueblo español.

P.- ¿Dónde quiere que le entierren?

R.- Le pido al actual obispo de Ciudad Rodrigo que me permita ser enterrado en la catedral. Nunca me he sentido cristiano ni católico aunque, como cuento en un libro, tuve una aparición de la Virgen María a los 17 años. Mi sueño sería ser un santo pagano, pues yo he creído siempre en Dios, pero en un Dios patafísico, en el dios de Mandelbrot y de todos aquellos que creen que hay una armonía. Creo en el Dios que deja a los hombres con la matemática precisa de la confusión.

>Vea hoy Fernando Arrabal y el 'mileniarismo'.