Referéndum... Siempre que hay un profundo desacuerdo con algu-na medida de un gobierno se oyen voces pidiendo un referéndum. Los movimientos de indignados suelen incluir una crítica a la demo-cracia parlamentaria, y una reclamación de la democracia directa. Por otra parte, los asuntos políticos y económicos son tan comple-jos que resulta difícil que puedan depender de una consulta popular masiva. Pero los expertos están en desacuerdo y, entonces, ¿quién elige a los expertos? El voto directo puede estar movido por la habi-lidad retórica de los movilizadores de masas, pero el voto parlamen-tario puede estar sesgado por intereses de partido. En estas circuns-tancias la democracia tiene dificultad para responder a dos pregun-tas: "¿La opinión popular en referéndum implica garantía de acier-to? ¿La opinión de una mayoría parlamentaria implica garantía de acierto? A las dos preguntas hay que responder que no. Las mayo-rías son una distribución del poder, no una distribución del conoci-miento, de la verdad o del acierto. Un referéndum puede imponer medidas equivocadas, y una mayoría gubernamental, también. ¿Tenemos entonces alguna solución? Confío en la inteligencia compartida por una sociedad, que se mide por su índice de «capital comunitario». Pero de esto les hablaré la semana que viene.