Las armas intentan imponerse a las urnas

l La violencia deja un muerto, colegios cerrados y votaciones suspendidas en el este l Frente a los ataques, los libios exhibieron su entusiasmo electoral en Trípoli

Una mujer muestra su dedo manchado de tinta, ayer, después de votar en un colegio electoral de Bengasi. / REUTERS

Con lágrimas de emoción y gritos de euforia. Así votaron ayer la mayoría de los libios, en las primeras elecciones libres de la era post Gadafi. Las escenas de celebración en la capital, Trípoli, contrastaron, sin embargo, con las protestas y ataques que se vivieron en Bengasi, la cuna de la revolución, donde se quemaron papeletas, se asaltaron algunos colegios electorales y se suspendieron votaciones por seguridad.

El júbilo era mucho más extenso e intenso, pero la violencia de la milicias que derrotaron a Gadafi y que reclaman una cuota mayor de poder para el este del país se hicieron escuchar. Allí, varios puntos de voto tuvieron que ser cerrados por ataques de partidarios de que la Cirenaica se constituya en un territorio autónomo dentro de una federación con Tripolitania. También simpatizantes del antiguo régimen firmaron algunos asaltos e incluso hubo quema de papeletas en protesta por el reparto de escaños en la nueva Asamblea, que Bengasi juzga injusto.

En Bengasi, manifestantes asaltaron un colegio electoral nada más ser abierto y quemaron las papeletas de voto en una plaza pública, informa Reuters. Según testigos, al menos cuatro centros de votación fueron atacados. En Ajdabiya, un hombre murió tras ser disparado cuando intentaba robar una urna, según aseguraron funcionarios a la misma agencia.

El presidente de la Comisión Electoral, Nuri al Abar, confirmó en rueda de prensa en Trípoli que en Brega, Ajdabiya, Ras Lanuf, algunos barrios de Bengasi, y ciertas localidades del sur tuvieron que suspenderse las votaciones. Un total de 101 centros de voto -de 1.554- no pudieron abrir sus puertas. Sin embargo, Al Abar destacó que el 94% de los colegios electorales funcionaron sin ningún problema.

«Los incidentes violentos son realmente episodios aislados sin mayores consecuencias», estimaba Mohamed Aalaghi, ex responsable de Justicia del Consejo Nacional de Transición. «Son cosas que pueden ocurrir en cualquier parte y más en un país que acaba de salir de una guerra para librarse de una dictadura», declaraba a EL MUNDO.

En cuanto a las tensiones separatistas que se han avivado estas últimas semanas entre el este y el oeste, Aalaghi rechaza que el país esté abocado a la partición. «Los habitantes de Bengasi son los mayores defensores de la unidad nacional. Sus hijos han muerto aquí, en Trípoli, para liberar el país. Ellos mismos no aceptarían la segregación», dice. Bengasi se queja de que el nuevo Congreso Nacional que emanará de estas elecciones consagra el centralismo que desde la época de Gadafi margina al resto del país. Destacan que de los 200 miembros, 120 escaños están adjudicados a la Tripolitania, mientras que sólo 60 serán ocupados por la Cirenaica y 20 por Fezzan, la región del sur. Sin embargo, políticos como el secretario general del Partido Libios Libres, Saadi al Marimi, destacan que el reparto no es geográfico sino por peso demográfico.

Con todo, la votación se desarrolló en la mayor parte del país de manera ejemplar. En Trípoli, los votantes esperaban pacientemente su turno y los voluntarios se encargaban de que todo funcionara bien. Sistemáticamente, se comprobaba la identidad de cada elector, se registraba su tarjeta de censo y se le invitaba a rellenar su papeleta dentro de una cabina de cartón. «¿Qué tengo que hacer ahora? ¿Tengo que meterme en ese armario?», preguntaba algo perdido Mohamed Senussi, un joven de 27 años, señalando la cabina que garantizaba el secreto de su voto.

Los libios daban ayer una lección al mundo y de paso aprendían los rudimentos de la democracia. Libia se convierte así en el tercer país de la Primavera Árabe -después de Túnez y Egipto- en celebrar unas elecciones democráticas y libres tras la desaparición de sus terribles dictaduras.

La mayoría de los votantes casi no podía expresar la sensación que experimentaban. Los mayores destacaban la experiencia de votar por primera vez. «Nunca he votado. En las últimas elecciones, en el 64, yo sólo tenía 14 años», explicaba Ibrahim, sentado con sus libros en un popular café de la plaza de los Mártires, la antigua plaza Verde.

«Aquí ahorcaban a los disidentes en la época de Gadafi. Incluso el dictador tenía planeado colgar aquí a los cabecillas de esta revuelta. Y ahora, estamos celebrando nuestras primeras elecciones», comentaba Fathi Hangari, mientras presenciaba las escenas de júbilo frente al emblemático Castillo Rojo.

Poco después de comenzar la votación, la plaza de los Mártires se convirtió en un torbellino de gente que agitaba banderas y cantaba los himnos de la revolución. «¡Alá Akbar! [Dios es grande]», repetían faltos de palabras.

Los colegios electorales tenían previsto cerrar a las 20.00 horas, aunque había orden de no clausurar la votación hasta que no pudieran acudir todos los censados. En muchos lugares no hizo falta, a mediodía las cifras de participación eran ya del 70%, según un observador libio.

Las autoridades esperan ofrecer resultados el lunes o martes. Entre los partidos mejor situados están la coalición que lidera el ex premier del CNT Mahmud Jibril y las formaciones de inspiración islamista, como el Partido Justicia y Construcción (rama libia de los Hermanos Musulmanes) o El Watan, la formación liderada por Abdul Hakim Belhadj, ex líder del Grupo Islámico Libio Combatiente capturado por la CIA y entregado a Gadafi.

«Hoy vivimos la primera consecuencia de la revolución», destacaba Aalaghi. «Éste es el fruto del levantamiento del pueblo. Es el primer paso de un cambio desde el Estado revolucionario al Estado de Derecho».

>Videoanálisis de R. Meneses.