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El padre Chacón

LE REPROCHAN sus rivales a Carme Chacón que haya sacado a su niño en el imprescindible vídeo electoral que ha hecho para darse campaña. Lo de Chacón con el niño Miquel viene de antiguo, intrauterino casi, porque es notorio que su pase de revista embarazada fue uno de los pósters triunfales del zapaterismo remoto. Por lo demás, en cuanto nació llamó a los colorines para que le hicieran un amplio reportaje, eso sí, de espaldas, no fueran a reconocerlo por la calle. En el vídeo el niño sigue igual; y yo creo que la mamá empieza a equivocarse porque al final van a recono-cerlo por la espalda. Como al Dimitido. Sin embargo, lo que un socialdemócrata llama-ría «la instrumentalización del niño» no es el rasgo más destacable de este mediome-traje biográfico. Lo más destacado afecta a Baltasar Chacón, el padre. Cuando acabé de ver la tierna conversación entre madre, hermana, amiga y candidata me dije: «¿Pero y el padre?». Había visto, naturalmente, al abuelo materno, el que procuró a la niña Chacón memoria, conciencia y una habitación con pósters, y que reproduce el tópico que fijó Zapatero y cuyo devenir protagoniza uno de los grandes momentos de las Lágrimas Socialdemócratas de nuestro González. Pero el padre solo aparecía en un fraseo fraternal, al cabo humillante, tipo a quien te pareces más si a papi o a mami. Tan clamorosa era la ausencia que indagué si el hombre había existido, no fuera la candidata Chacón mérito de los adelantos. Pero no: existe un Baltasar Chacón, bombero y padre.

No hay nada que justifique tal ausencia en el biopic chaconiano. Entiéndaseme. La densidad de los diálogos entre las tres chicas y el hombrecito Miquel están a la altura, incluso, de un miembro de pleno derecho del género masculino. Pero, a pesar de todo, yo comprendo los problemas. Estéticos. Se trata de un hombre. Lo que en sí ya es un problema. Que nació en la posguerra. Uf. La vida sin más épica: métro, boulot, dodo, como dicen en Francia. Y vete a ver si don Baltasar tiene algún título. No digo universitario, por supuesto, que eso aquí no tiene importancia. Algún carnet, alguna resistencia documentada: me malicio que el salto del abuelo (fina especialidad atlética) viene por algo. Como dice la candidata en la filmina las mujeres de esa generación sí fueron «fortísssimas, fortísssimas»; pero los blanduchos de género necesitan plusvalía: con solo ser hombre no basta para el casting. Luego... No sé si decirlo. Las tres chicas hablan un catalán tan fluido... Tampoco habría pegado ahí, la verdad.

O sea que nada. Entre nosotras. Y el abuelo de florero.

>Vea de martes a sábado el videoblog de Carlos Cuesta La escopeta nacional. Sólo en EL MUNDO en Orbyt.Hoy: Blanco: ejemplo de un desastre