ANÁLISIS

Un movimiento de turbios orígenes

El Consejo Nacional de la Resistencia Iraní (CNRI) se autodefine como una especie de Parlamento en el exilio de la oposición iraní. Pero la verdad es que no aglutina a toda laoposición iraní, sino sólo a un sector muy particular. El CNRI es una organización nacida de los Muyahidin-e-Khalq (Muyahidin del Pueblo, MEK), un grupo armado anti-shah (y, por tanto, antiestadounidense) creado en los años 60 que, en un principio, apoyó la Revolución Islámica de 1979 pero que luego luchó contra ella. En esta lucha fue apoyado por el presidente iraquí Sadam Husein en los 80 y 90 y llegó a tener su base de operaciones en Campo Ashraf, en territorio iraquí. En 2003, el año en que cayó la dictadura de Sadam, las fuerzas de EEUU capturaron el campo y desarmaron a sus milicianos (más de 3.000 entonces).

El MEK es bien conocido por su violento pasado: en los 70 asesinó a seis militares estadounidenses y luego, apoyado por Sadam, realizó acciones armadas contra el régimen iraní. La propia organización ha reivindicado la responsabilidad de la muerte de miles de iraníes calificados de «agentes del régimen». También ha sufrido la brutal represión de los ayatolás. Según cifras facilitadas por el MEK, 120.000 de los suyos han sido ejecutados en los últimos 30 años. Estados Unidos lo incluyó en su lista de organizaciones terroristas en 1997. Era el principio de la Presidencia de Mohamed Jatami y su «diálogo de civilizaciones» recibió esa contrapartida. Pero el pasado septiembre, el grupo logró, a través de un trabajado lobby, ser retirado de la lista negra. Le ayudó el hecho de que personalidades de todo el espectro político estadounidense participaran durante años en actos e intervenciones a favor del MEK, previo pago por sus discursos.

Muchas personalidades poco sabían de la organización que les invitaba como oradores para hablar sobre un cambio democrático en Irán, en actos cuya parafernalia no tiene nada que envidiar a la de las convenciones demócratas o republicanas en EEUU. Según una investigación de mi colega Scott Peterson, especialista en Irán del Christian Science Monitor, las tasas por discurso alcanzan los 50.000 dólares (unos 38.000 euros). Los fondos los consigue la organización a través de cuestaciones benéficas y donaciones de grupos y particulares.

Desde su liberación de la lista de grupos terroristas de EEUU, este movimiento está intentado que Occidente le designe «alternativa legítima» al régimen islámico iraní a través de un potente lobby mundial. Acaban de abrir oficina en Washington –dos de sus defensores allí son Patrick Kennedy y John Bolton–, que se une a la importante base que posee en París.

La presidenta – «electa», puntualizaba ella misma en una entrevista el pasado enero– del CNRI es, desde 1993, Mariam Rajavi, esposa de Masud Rajavi, uno de los fundadores del MEK en paradero desconocido desde 2003. Los detractores de este movimiento –incluidos disidentes de prestigio– critican que los Rajavi potencian un enfermizo culto a su personalidad, que les asemeja a una secta. Su imagen está muy denostada entre los disidentes iraníes, en particular los seguidores de la Revolución Verde de 2009.

Muchos países occidentales ven en el CNRI/MEK un legítimo grupo disidente iraní en el exilio que lucha por la democracia en Irán. Y así se deduce de los ideales que despliegan en sus briefing los miembros de su ejecutiva. «Creemos en la democracia secular y pluralista, en la separación entre religión y Estado, en una economía de mercado, en la igualdad de género», me confesaron dos de sus militantes en una entrevista mantenida en Madrid poco antes de las elecciones del pasado 14 de junio. Puede que sean el grupo opositor más organizado, pero cuidado: No olviden su origen y que no representa a toda la disidencia iraní ni dentro ni fuera del país.