Cantor de insurrecciones

El poeta argentino Raúl González Tuñón. / EL MUNDO

SÁBADO

De las tabernas y los duelos

Las nuevas generaciones de lectores de poesía española que no han visto nunca un verso del argentino Raúl González Tuñón (Buenos Aires, 1905-1974) tienen que haber recibido el eco de su voz en la poesía de otros poetas vivos y trascendentes. Para no complicar el asunto de las herencias, porque eso queda en el territorio de los críticos literarios, voy a citar nada más que la obra de su compatriota Juan Gelman.

El autor de La rosa blindada, Las puertas del fuego, El violín del diablo, Miércoles de ceniza y La calle del agujero en la media, entre otros poemarios importantes, le dio un cambio sustancial a la poesía social. Le subió los grados de compromiso con el cuidado de preservar el rigor formal y pasar por el borde del precipicio de los panfletos y del realismo socialista.

Lo que hayan hecho después algunos de sus seguidores con ese legado no es culpa del poeta porque, como me dijo hace años alguien que lo conoció y lo trató en España, González Tuñón vivía, sufría y disfrutaba con entereza y honestidad lo que creía que debía escribir.

Periodista, crítico de arte y cronista de viajes de reconocidos medios de su país, el escritor dejó en sus poemas su especial fascinación por personajes de los arrabales y las cunetas de las ciudades donde vivió (Buenos Aires, París, Madrid), por los marginados y los sobrevivientes. Por la nómina rara de hombres y mujeres que quieren vivir un día más de todas formas, aunque sea alumbrados por la hoja de un cuchillo.

El poeta se consideraba «un español de América» y conoció y tuvo relaciones de amistad con compañeros de su viaje político como Neruda, Alberti, Miguel Hernández, Nicolás Guillén, César Vallejo y Federico García Lorca.

Creo que fue el polígrafo argentino Pedro Orgambide quien hizo el retrato más breve y exacto de González Tuñón. Lo creo porque en esas líneas lo abarca todo sin rebajar la bohemia ni poner en el cielo la ideología. «Amigo de las gentes», escribió Orgambide, «de las mujeres amantes y del vino, una suerte de François Villon criollo, cantor de las tabernas, las grandes fiestas y duelos e insurrecciones populares».

Ante las páginas de los últimos años La luna con gatillo, Demanda contra el olvido y Poemas para el atril de una pianola, los únicos envejecidos eran los lectores leales y nostálgicos.

Me gusta, para terminar, este fragmento del poema Lluvia: «Entonces comprendimos que la lluvia también era hermosa./ Unas veces cae mansamente y uno piensa en los cementerios abandonados. Otras veces cae con furia, y uno piensa en los maremotos que se han tragado tantas espléndidas islas de extraños nombres./ De cualquier manera la lluvia es saludable y triste».

DOMINGO

El asalto de la política

La bronca que amenaza con estallar en una Venezuela dividida, violenta, acosada por la escasez y gobernada por la intolerancia, espera el campanazo inicial con el resultado de la elecciones presidenciales del próximo día 14. Pero las escaramuzas, los ataques individuales y el desconcierto comienzan a aparecer en todos los dominios de la sociedad.

Esta semana hubo un adelanto de la contienda entre algunos representantes de los actores de la radio y la televisión. La actriz Carlota Sosa, una conocida estrella de las telenovelas, denunció que recibe decenas de insultos diarios de personas afines al chavismo con mensajes como este: «Vieja imbécil, coge tu lancha y vete».

La señora Sosa es víctima de ese tratamiento porque es partidaria del abogado Henrique Capriles. «Nadie me bota de mi país», le dijo la actriz al periodista Ángel Ricardo Gómez. Agregó que tiene dos hijos adolescentes y que no puede dormir hasta que están tranquilos en las camas. «Ellos también tiene tan arraigada la venezonalidad que me dicen: de aquí no me voy. Entonces, no nos botan».

Carlota Sosa considera que si gana las elecciones Nicolás Maduro el panorama será gris, peor que si hubiera continuado Hugo Chávez. Si gana Capriles dice que ve un país que puede empezar a caminar hacia el futuro.

LUNES

Shimose a las aulas

Una antología de versos de Pedro Shimose (Riberalta, Beni, 1940), editada para los estudiantes bolivianos, va a convertir a sus eventuales lectores en descubridores de la sensibilidad y la cultura de ese país. El volumen incluye 41 piezas del autor de Caducidad del fuego y Quiero escribir, pero me sale espuma.

La selección de poemas incluye una muestra de su trabajo como compositor de taquiraris, polcas benianas y boleros. El libro, publicado por La Hoguera de Santa Cruz de la Sierra, tiene una nota de presentación del crítico Edgar Lora Gumiel, comentarios de varios autores sobre el poeta y una guía para los profesores.

Como Shimose ha utilizado la candela para varios menesteres, excepto para quemar sus vanidades porque nunca le han lastrado su vida, reproduzco lo que dicen de él en el prólogo: «Su poesía tiene variadísimos y hermosos recursos literarios que la hacen fina, elegante. Su tono, su voz, su registro poético es siempre novedoso, desafiante, provocativo y exigente».