LAS UNIVERSITARIAS QUE HACEN LA CALLE

luna, 24 aÑos, futura psicóloga Estudia en una universidad privada y comenzó a ejercer hace un año, en plena crisis. / SERGIO GONZÁLEZ

Itziar, 22 años, estudia gracias a la prostitución.

LORENA, 20 AÑOS, FUTURA PERIODISTA. Gana 2.500 euros al mes con los que paga su matrícula, e l colegio de su hermano pequeño y los gastos de casa. Su padre, en paro, cree que trabaja de azafata. / LUCAS DE LA CAL

T ermina la clase de Teoría de la Comunicación en la Universidad Complutense de Madrid. Los alumnos van saliendo del aula. Lorena enciende su móvil. Tiene 15 llamadas perdidas. Todas de clientes. Morena, 1,70, ojos verdes, labios de rojo carmesí, piel tersa, piernas torneadas y vaqueros bien ajustados. La coquetería natural de Lorena la convierte en una mujer hermosa, apetecida por muchos, pero poseída sólo por quienes pueden pagar -sí, con dinero- un apasionado encuentro clandestino.

Lorena es prostituta, pero también es estudiante de Tercero de Comunicación Audiovisual en la Facultad de Ciencias de la Información. Una extraña ecuación que se está acrecentando por una crisis económica que, aparte del visible drama de los desahucios -el viernes se producía otro suicidio, el de una malagueña de 56 años, a punto de ser embargada- tiene otras caras menos conocidas. Como el de cientos de chicas que en sus mejores años se ven abocadas a ganarse la vida poniendo precio a su cuerpo, un trabajo del que es difícil salir.

El oficio más antiguo del mundo ha crecido un 30% sólo en el último año. Así lo afirman los últimos estudios elaborados por asociaciones como Médicos del Mundo y Aprosex (Asociación de Profesionales del Sexo). Pero lo más alarmante son los indicios que apuntan al incremento de la prostitución entre jóvenes universitarias que han tenido que recurrir a ella para costearse los estudios. Y algo más...

Apenas tiene 20 años y Lorena ya sabe de los sinsabores de la vida. A principios de año un cáncer se llevó a su madre. Su padre fue despedido con una paupérrima indemnización cuando quiso volver a su empleo de contable para rehacer su vida. Había pedido una excedencia para cuidar a su esposa y estaba endeudado al límite por los gastos de la clínica privada donde habían tratado a su mujer. Además, estaba la hipoteca del piso del centro de Madrid donde vive con Lorena y su hermano pequeño. El remate vino con la subida de las tasas universitarias. Ha pasado de pagar 700 euros a unos 1.800 euros anuales.

«Es una vergüenza que nos suban tanto las tasas, ahora tengo que adelantar 600 euros que no tengo. Estas semanas voy a tener que hacer muchos servicios», afirma Lorena, que recuerda cómo se metió en la prostitución. «Hace un par de meses, estaba de fiesta con unas amigas en una discoteca. De repente, un hombre de traje, de unos 45 años, se me acerca y me ofrece 800 euros por acostarme con él. En ese momento sólo pensé en mi padre y en mi hermano. Por ellos acepté. No podía volver a ver su cara de desolación cuando no le pudo comprar el uniforme ni los libros del cole al peque. Vi dinero fácil y rápido para poder llevar comida a casa. Así empezó todo».

Desde entonces se prostituye tres o cuatro veces por semana. Cobra 180 euros la hora. Y al mes se saca unos 2.500 euros con los que paga su universidad, el colegio de su hermano, las necesidades de su padre, la hipoteca y las facturas de su casa. «A mi familia le he dicho que el dinero lo saco trabajando como imagen y azafata en agencias de modelos y discotecas, y que se gana mucho», aclara.

Lorena entra en la biblioteca de la Facultad de Ciencias de la Información. Tiene que hacer carteles para pegarlos por Madrid: «Chica universitaria de 20 años, necesito dinero para pagarme los estudios, me encanta el sexo y hago el amor de forma muy romántica, sensual y divertida...».

La muchacha rebusca las frases más incitantes que se le ocurren para captar clientes. El barrio de Salamanca, Chamartín, la calle Serrano, los barrios más elitistas de Madrid, son sus zonas preferidas para colgar su anuncio. «Los prefiero porque la mayoría de clientes que llaman son empresarios con dinero. Suelen estar casados y con hijos. Quieren discreción, son educados y respetuosos conmigo», comenta con naturalidad.

Lorena no es la única. La prostitución ha crecido un 15% sólo en Madrid. «Este último año hemos recibido muchísimas llamadas de jóvenes universitarias pidiendo consejo. La situación ha cambiado. Hace años los estudiantes se prostituían para comprarse artículos de lujo. Hoy lo hacen para pagarse la universidad y llevar comida a casa. Muchas han pasado de ser unas ninis a tener que alquilarse para sostener a su familia», confirma la tendencia Concha Borrell, presidenta de Aprosex, la primera y única asociación formada por prostitutas en activo.

El colectivo lleva cinco meses en acción en Barcelona dando apoyo moral y luchando por los derechos de las prostitutas y la normalización del trabajo sexual. En este tiempo, más de 30 universitarias les han llamado para pedirles consejo. «No comparto que las chicas tan jóvenes se metan en la prostitución. Muchas de ellas ni siquiera saben lo que es un orgasmo. Con 20 años no se está todavía madura para ejercer este trabajo», afirma Concha, que cuenta a Crónica el último caso que les ha llegado esta misma semana: «Un hombre solicitó los servicios de una estudiante de 21 años para que pasara tres días con él a cambio de mucho dinero. Le dijo que le hacía una transferencia bancaria tras acabar el servicio. Nunca llegó a efectuarse. La chica fue engañada y nos llamó para pedirnos ayuda».

Concha lleva seis años ejerciendo la prostitución y sabe de los peligros que acechan a las estudiantes por su falta de experiencia. «Las universitarias nos llaman cuando están en apuros, cuando sufren alguna agresión, violación, o las drogan», dice.

Según Médicos del Mundo, sólo en Madrid el número de mujeres que ejerce la prostitución aumentó en 2.216 el año pasado. El estudio revela que alrededor de un 10% de las meretrices atendidas a día de hoy por esta ONG son españolas, por detrás de las de origen suramericano, de Europa del Este y subsahariano. Y han observado también la vuelta, como «única salida que han encontrado para mantener a sus familias», de prostitutas ya retiradas.

Es el caso de Ksenia, ucraniana de 27 años y licenciada en Relaciones Internacionales. Ahora cursa estudios superiores de secretariado internacional. Lleva en España desde niña, y tras tres años sin ejercer la prostitución, ha vuelto para pagarse los estudios, por la subida del precio de la matrícula, y para ayudar a sus padres. «Hago servicios como escort (acompañante) en fiestas. Espero encontrar otro trabajo más estable y dejar esto que es muy duro».

Además de ser una realidad, el fetiche universitario es una herramienta de marketing que utilizan los profesionales del sexo para captar clientes. La mayoría de anuncios de internet y clasificados de periódicos y agencias suelen ser falsos. Un cebo para atraer clientes. «A los hombres les da mucho morbo pensar que están con una colegiala. Por eso algunas ponemos que somos universitarias sin serlo realmente», afirma Anastasia, quien trabaja como escort en una agencia y que reconoce que las verdaderas estudiantes que ofrecen sexo actúan por su cuenta.

UN AÑO EJERCIENDO

Crónica ha encontrado a un puñado de estas universitarias -estudiantes de verdad, y no anzuelos- que acaban de iniciarse en la prostitución. Ya sea por necesidad o para darse sus caprichos. Como Luna, madrileña de 24 años, que estudia Psicología en una universidad privada de Madrid. Lleva un año ejerciendo. «Me gusta mi trabajo y no quiero dejarlo. Gano mucho dinero y tengo un horario flexible para poder asistir a clase», dice.

O Ainhoa, malagueña, matriculada en Derecho de 22 años, quien lleva prostituyéndose desde hace dos. «Llegué a Madrid sola y sin un duro hace tres años. Quería estudiar una carrera. Trabajé de camarera, de relaciones públicas en varias discotecas y dando clases de inglés y francés. Pero necesitaba más dinero. Tenía que pagar matrícula, piso, libros, comida y mandar dinero a mi madre. Entonces conocí a otra estudiante que era prostituta y que ganaba muchísimo dinero. Me armé de valor y puse un anuncio en una página web», afirma Ainhoa, morena de pelo rizado. No es guapa, pero la naturaleza la ha obsequiado con un cuerpo escultural. Gana más de 3.000 euros mensuales. «Cuando acabe la carrera dejaré todo esto...».

Otro ejemplo de prostitución universitaria, muy diferente al de necesidad de Ainhoa, es el de Sara (21 años) y Mónica (24), estudiantes de 3º de Enfermería en la Complutense. Viven en un piso en Madrid junto a otras dos prostitutas no estudiantes y ofrecen servicios sexuales para poder mantener un elevado tren de vida. Lo hacen sin remordimientos. «Me acuesto con hombres para poder comprarme un Louis Vuitton», afirma Mónica, quien confiesa que la serie de televisión 700 euros. Diario secreto de una call girl -emitida en 2009, cuenta la historia de una joven que se introduce en el mundo de la prostitución de lujo para ganar dinero- influyó en que diera el paso.

Sara, morena de ojos miel, recibe más de 50 llamadas al día, de lunes a viernes. De ellas, dos culminan en citas que acaban entre sus sábanas. Encuentros de una hora por los que cobra 150 euros. Sara decidió hacerse puta para poder llevar una vida independiente. Y no le molesta el calificativo puta: «Es lo que soy, pero mis padres no lo saben», afirma.

Este fenómeno no pasa inadvertido dentro de las aulas. Aunque algunas de estas chicas mantienen una vida de universitarias aparentemente normales, los rumores corren entre pasillos. Nadie sabe quiénes son, pero profesores y alumnos aprovechan la relación entre la crisis y el aumento de la prostitución para debatir el dilema moral en sus clases. Rosa María García, doctora en Derecho y profesora en la Complutense, lo tiene claro: «La prostitución universitaria es otro ejemplo más de cómo la crisis está erosionando los derechos de la mujer. Es un retroceso enorme. Es una crisis de valores».

Pero no sólo las mujeres han recurrido a la prostitución por la situación económica. También muchos chicos universitarios se han acercado a ella. En su caso para atender los deseos sexuales de otros hombres. «Es una pena. A la mayoría de ellos no les gustan los varones y lo hacen porque tienen que ayudar a sus familias. Me llaman destrozados. Se desahogan conmigo porque no se lo cuentan a nadie», asegura Concha Borrell, de Aprosex.

En Barcelona encontramos el caso de Héctor. Mallorquín de 23 años, estudiante de 4º de Económicas, suele trabajar con Claudia, de 18, quien cursa 2º de Empresariales. Ambos estudian en la Universidad de Barcelona. Ofrecen sexo en pareja por 200 euros la hora y shows eróticos a la carta por el doble. Héctor, además de con Claudia, trabaja con otras compañeras de facultad. «El cliente busca en las universitarias chicas jóvenes y no profesionales», dice Héctor.

-¿Se puede compaginar la prostitución con la vida universitaria?

-Sí. Nosotros sólo vamos a la universidad a las clases que son obligatorias, a las asignaturas que más nos gustan o cuando tenemos que hacer exámenes. El tema sexual es apenas para nosotros un trabajo que nos permite darnos algunos caprichitos y vivir mejor.

-¿Y las notas?

-Yo (Héctor) no saco matrículas, pero sí aprobados y notables. Y además cada uno ganamos más de 2.000 euros al mes. Vale la pena...

1.500 EUROS A LA SEMANA

En Barcelona también está Itziar Amat, universitaria de 22 años, que ha conseguido independizarse gracias a la prostitución. «Harta de trabajos que me pagaban cinco euros la hora decidí prostituirme. Gano unos 1.500 euros por semana y empecé en la universidad gracias a ese dinero», afirma la joven catalana, a quien no le importa dar la cara y quien es la imagen del mes de marzo en el calendario Guía Geisha 2013 -su fotografía la reproducimos en la página dos-, creado por Aprosex . En este proyecto, cuyos beneficios irán a la asociación, aparece también otra chica universitaria: enero es Marni, estudiante de Empresariales.

Pero el aumento de la prostitución entre los jóvenes estudiantes no es un fenómeno único de España. En otros países como Francia e Inglaterra se han publicado estudios que denotan el gran incremento de alumnos que venden su cuerpo. Según un reciente informe de la Universidad de Kingston, en Londres, en los últimos años el número de estudiantes que recurren a la prostitución para pagarse la subida de tasas del Gobierno de Cameron asciende al 6%.

Las universidades del Reino Unido ingresan entre 126 y 436 millones de euros procedentes de actividades ligadas al sexo. En Francia, un informe del sindicato de estudiantes estima que al menos 40.000 alumnos universitarios se han prostituido alguna vez.

Lorena, aquí, se prepara para afrontar la Navidad más dura de su vida. Entre libros y exámenes, la joven tendrá que seguir contestando a las llamadas de sus clientes para que Papá Noel pueda, como otros años, entrar por la chimenea de casa.